Solo un pobre caído del catre cuestionaría la importancia de Charly García como exponente artístico del país. El tipo es una leyenda viviente como en su momento lo fueron Nelly Omar, Aníbal Troilo, Julio De Caro, Atahualpa Yupanqui o Mercedes Sosa, pero seamos honestxs con su obra: La lógica del escorpión no está a la altura. La versión de Juan Represión es un ejemplo. Dejarlo al tipo grabar eso y publicarlo es de mala gente. Incluso teniendo la voz ultra procesada ya no puede cantar. El tema con Spinetta está ahí por morbo marketinero pues el gancho del muerto cantando con el vivo se agotó en 1991 cuando Nathalie Cole cantó Unforgettable con su padre Nat King Cole fallecido 25 años antes. Podemos aceptar, incluso el lanzamiento a fines de los 90 del Anthology de los Beatles o el Made in Heaven de Queen. En aquella época era un prodigio técnico hoy, con las IA´s a punto caramelo cualquier trapero de cuarta canta con Enrico Karuso.
En lo estrictamente musical es muy correcto, puede gustar o no, pero es un disco bien producido y ejecutado. Las letras son 100% Charly. Frases maravillosas entre pasajes olvidables. ¿Su punto más alto? América con Pedro Aznar y Watching the wheels que ya sabemos que es de John Lennon porque los amiguitos de Charly se cansaron de decir en la promoción que es el único tema traducido en todo el mundo oficialmente autorizado por los herederos del Beatle.
Es un disco crepuscular, en el sentido de un crepúsculo de mierdx, nublado, lluvioso, que nos dice poco del día soleado que lo antecedió. Charly no será recordado por este disco, ni por ninguno posterior a Influencia (2002). Por otros sí, pero no por este. Decir que está buenísimo es de snob, de populista, de chupa culos y de cagón. La vejez, la enfermedad y la muerte no mejoran a la gente ni hacen a sus obras más dignas de piedad. Charly es un grande, no necesita de nuestra alabanza fingida. Seamos buenos con él.