Militancias en red

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Las militancias en la red son difusas, poseen mitad de honestidad y mitad de corrección política apta para los círculos en las que nos movemos habitualmente. Los antiperonistas con amigos antiperonistas dicen cosas antiperonistas y se felicitan mutuamente por las ocurrencias y la crítica penetrante. Los peronistas con amigos peronistas dicen cosas de peronistas y se palmean virtualmente las espaldas como si cada palabra los emparentara con el león herbívoro – dios lo tenga en la gloria y no lo suelte-.

No se entiende

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Los memoriosos recordarán que a principios de los ’90 la publicidad de un banco extinto sentenciaba: “un buen nombre es lo más importante que uno puede tener”. Nombres propios. Individualidades. Sería hacerle un desplante ingrato a la historia olvidar que por aquellos tiempos, también, usábamos los cascotes del muro de Berlín para levantar más de un shopping center. Pero la cosa va por otro lado.

Vómito

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Hay problemas en la autopista. Ok, es normal. Pero el chófer, fiel exponente de la sociedad argentina, decide hacerse el pistola y apurar la cosa. ¿Qué hace? Se baja de la autopista y se dispone, presto, a cruzar toda la ciudad de Buenos Aires, olvidando que le pagamos para otra cosa. En un cúmulo de malas decisiones elige, váyase a saber por qué, ir por la avenida Directorio en vez de utilizar el metrobus del sur, que estaba más cerca y era más rápido.

Entrevista

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Intentar hacer periodismo obliga al interesado a compartir, al menos por un momento, el mismo espacio conceptual que muchos mercenarios que dicen lo que dicen porque detrás hay dinero, favores o una herida narcisista que maquillar. Se sabe. Y quien lo sabe acuerda llenarse los pies de barro, por las razones que sea. Hay quienes le rezan a sus dioses para que en el ejercicio de esa actividad el barro no les coma el alma y les de algo de lo que estar orgullosos.

Educación sentimental

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Estoy en el parque Rivadavia. Tengo que hacer tiempo. Llego cagado de calor. El lugar está hasta reventar. Repleto de chicos de todas las edades. Veo a lo lejos un árbol en el cual apoyar la espalda. Llego, me siento, me saco los zapatos. Hay dos chicas que deben arañar los 15 años sentadas a unos metros. Mientras me acomodo y saco un libro la charla que tienen se vuelve clara.

Calor

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Acabo de tomar el 86 en Paseo Colón y San Juan. Somos, arriba del colectivo, 5 personas. El chofer tiene las 3 puertas abiertas. Veo a 2 pasajeros sentados lejos el uno del otro que van con los zapatos en la mano. Tardo un segundo en darme cuenta por qué. El calor es homicida. No tiene que ver con la temperatura ambiente, no tiene que ver con el motor de la unidad ni con su carrocería irradiando el calor absorbido durante un día al rayo del sol. No, no sé con qué carajo tiene que ver pero este calor no pertenece al orden de las cosas creadas. Lo que hay aquí es un pasaje a ese otro estado de la materia, el plasma. Somos algo disolviéndose, un gas enrarecido de raquíticos enlaces covalentes. Me decido. Fuera zapatos, fuera medias. Sí, chicos, fúmenselo todo hasta adentro. Yo me fumo el macrismo y ya me ven, inmutable.

Tránsito

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Hay un pensador francés (no recuerdo el nombre, cuando llegue lo apunto) que postula que en las sociedades modernas se vive un cambio de paradigma en las formas de pensar el transporte. dice, si mal no recuerdo, que nuestra tendencia a la instantaneidad (de la información, del placer -habría que agregar también del castigo-) exige una nueva forma de pensar la noción de viaje. Dice que no es tan solo un juego de palabras cambiar “transportar” por “trasladar” ya que transportar implicaria llevar de un lado a otro una mercancía mientras que trasladar, propone, es poner el foco en un momento determinado sobre sujetos que habitan todo el territorio. Apurando, se transportan entidades que están quietas de un punto a otro y entonces el movimiento es solo una instancia que media entre una posición y otra equidistante. Algo de aristotelismo hay ahí haciendo ruido. En cambio el traslado sería un estado totalizante en un contexto de movilidad y cambio constante y sucesivo, muy en la linea de lo que el recientemente fallecido Bauman llamaba liquidez, por ejemplo.

Fitito-maceta

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Miércoles. 40 minutos esperando el bondi en Paseo Colón. Viene. Subo. Dos cuadras y me duermo. De pronto, ruido. Abro los ojos. El colectivo no va más. Hay que bajarse. Estamos en Once. A dos cuadras se ve el quilombo de los manteros. A metros tenemos policías con ganas de pegar. Llega un 86 vacío. Nadie respeta los lugares del colectivo anterior. Solo consigo hacerme lugar en el pozo, ese agujero infecto de la puerta trasera. Junto a mi se sienta un poshumano, uno de esos fumadores de paco que aun no hizo el click definitivo y aun conserva rasgos mínimos de conciencia. Huele a paco y a traspiración aquerenciada. Iniciamos una guerra sorda por cada milímetro de espacio. Estoy cansado, enojado y tengo un día en que odio al país y al grueso de sus habitantes, incluso a los simpáticos.

“Todo es palabra divina “. La cábala en formato humano – Andén 86

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Federico es un rabino, bueno, estrictamente rabino, no; seminarista, pero no tiene la imagen prototípica de quien habla de dios a sus fieles. Es joven. Si se lo busca en internet incluso se lo puede encontrar haciendo covers de Luis Miguel. Eso lo humaniza. Lo vuelve cercano. Cuando habla de los misterios de su fe no duda, los conoce. Como todo rabino (o rabino en formación), maneja la miríada de preceptos y normas de una religión que ya era ancestral cuando Sócrates nacía. Y, sin embargo, no usa el tono de los decidores de verdad. Es un intérprete, “un buscador”, alguien que aprende, y enseña, a buscar la naturaleza de la creación en el sentido que hay oculto detrás de las palabras.

Aprobado

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El profesor, haciéndose el copado, me dice “No vengas la clase que viene, mandame el trabajo por mail y te cierro con 9”. Ah, gracias, ¿pero sabés qué? Me hiciste quedar porque se te cantó el orto hasta las 10 de la noche, enojado porque dos forros te boludearon. Ahora estoy en Bernal, tengo que ir hasta Constitución, ya no hay tren y pierdo, de una, el último 96 semirrapido a González Catán. Me tomo el 98. ¿Cuál viene? El del recorrido largo, ese que visita todos los barrios de zona sur. Si me bajo en consti pa’tirarme el lance me voy a encontrar con un millón de borrachos, drogadictos y consumidores de sexo gerenciado. Si sigo hasta once me voy a encontrar con un millón de borrachos, drogadictos y consumidores de sexo gerenciado. Ya no cuento, como a principio de cursada, con un lugar amable donde quedarme. Toda otra opción requería llamados previos, logística y, como mínimo, un boxer presentable y no el que tengo puesto, celeste y con corazoncitos blancos.

Comer

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Me bajé en consti. Dicho y hecho. La monada está a punto caramelo. En medio de la calle Salta 5 tipos coordinan su accionar en una lengua presumiblemente no generada a partir del indoeuropeo. Visiblemente afectados por algún tipo de intoxicación narcótica se abrazan y comienza a cantar “vamos a comernos putas, vamos a comernos putas”. Un detalle que amerita ser mencionado, cantan lindo.

Cacoso

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El chofer. Vulgarmente mentado como “colectivero de mierda”. Desconozco si siempre han sido así, profesionales de la infamia. Probablemente no, quizás se adaptaron a los tiempos que corren, quizás la evolución los llevó a emerger a la vida directamente desde un ano, no se, imagino que no el de dios. Hay sobradas muestras de que fue reciente o que es una mutación contextual. Como los pinzones de ciertas islas del caribe que de ismo en ismo cambian la forma y la función de su pico, el chofer del 12 es distinto que el del 382. Cierto es que su público es otro. Pero no tiene justificación alguna ese rencor frente a todo lo que vive y no tiene tetas.

Villa cariño

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Consti está que arde. El baño de la estación desde hace dos meses está en refacción o clausurado, no se sabe bien. La gente, venida de lejos, siempre en tránsito, usa las escaleras para aliviarse las tripas. El olor es penetrante. Los restos están a la vista. Las normas más básicas de higiene dictan no mirar, no respirar, no apoyar las manos en la baranda. Hacer ojos ciegos al señor que defeca en el descanso.

Sobre el muerto

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Y se murió nomás. Sabíamos que en algún momento iba a pasar, pero ya no le dábamos crédito. Había pasado por todo y sobrevivido a todos; y un día, sin haber dicho «esta boca es mía», se murió. Y resulta que todos lo admirábamos, que todos teníamos una foto suya en el ropero, un libro, una anécdota. Resulta que lo admiraban, incluso, aquellos que no estuvieron, en su vida, ni remotamente cerca de sus ideales; y aquellos para los que lo único bueno de esa isla eran las playas, la prostitución complaciente y el ron.

Indiana

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Media capital en pausa. Sindicatos y agrupaciones sociales se manifiestan por la emergencia social. Colas y colas de pasajeros varados ante la marcha de las columnas de trabajadores y desocupados. Colapsa el tránsito. Es lo de menos. Si la sociedad se caga en tu derecho humano a morfar está más que justificado que vos te cagues en el derecho privado a circular. Lo curioso es que, como suelen rescatar los noticieros de derecha, muchos de los asistentes aprovechan la ocasión para beber de más y consumir sustancias varias u orinar y defecar en las avenidas a la vista de todos, por ejemplo. No me escandaliza. Si se quiere, como en el encuentro nacional de mujeres, las consecuencias estéticas del paso de la masa es sustancialmente irrelevante en comparación al reclamo que los convoca. Y que un tipo esté orinando en Paseo Colón no impugna el hambre que pueda estar pasando. Ahora bien, hay algo del orden del respeto al igual que no estaría funcando del todo bien en nuestras manifestaciones.

Debate

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A nadie le gusta ser insultado. Se pone en juego el orgullo cuando se recibe un insulto. Nadie cree merecerlo, incluso el asesino cree que cualquier exabrupto hacia su persona está de más. Nadie piensa fehacientemente que es un hijo de puta porque, primero, respeta a su madre y segundo, porque ¿cuán grave puede ser lo que hizo? Tal vez algunas de los aspectos más difíciles de la edad adulta es asumir las consecuencias de nuestras elecciones que, al fin y al cabo, constituyen lo que somos.

Guachín

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Pibe chorro. Todos, por progres que seamos, entendemos que hay, en ese lugar común lleno de prejuicios, una estética con la que los referenciamos y con las que muchos se referencian a sí mismos. Ningún pibe nace para chorro, ninguna mujer para puta. Hasta ahí, ok. No viene al caso, solo le digo así para ahorrar palabras, tampoco nos hagamos los boludos, sabemos de qué hablamos.