Hace algún tiempo quise mucho a alguien o si no mucho, como me salió querer. La quise bien, que es lo mismo que decir que la quise sin subterfugios, sin esas caretas que a veces usamos para parecer mejores ante los ojos de la gente. Compartimos noches y no todas esas noches estuvieron cargadas de épica pero fueron deseadas y apreciadas. Algunas de ellas, incluso, podrían ser cantadas por cualquier rapsoda en cualquier lugar del mundo porque la dicha de la carne, perra, libre y en bruto no se somete a la historia ni a las mañas. Algunas otras, más calmas, fueron como el momento en el que alguien cualquiera se saca los zapatos y pisa el pasto de la mañana con los pies desnudos. Una mañana de madrugada, en lo oscuro de la noche. Un despertar sin estridencias antes de irse a dormir.