Mi amiga Virginia se va del país. Se hinchó los ovarios. Tiene 33 años. Sobrevivió al menemismo. Sobrevivió a De la Rua. Sobrevivió a Duhalde. Sobrevivió al kirchnerismo. Pero con Macri se cansó. Si fueran solo ella y su marido, se queda en la trinchera. Pero ahora tiene una hija. Se van. Ella, su marido y su hija. No se va con una mano atrás y otra adelante, pero se va. Vende todo, deja todo. Deja a sus amigos, deja los laburos que tenía y con los que no llegaba a fin de mes. Deja a sus parientes, los lugares de su infancia, el recuerdo de sus amores y dichas que es, al fin y al cabo, lo que constituye nuestros amores y dichas presentes. Deja este país porque se cansó de todo.
Se cansó de la esquizofrenia de un país que pivotea entre proyectos disímiles que siempre favorecen a los ricos y dejan a los pobres en la pampa y la vía de siempre. Se cansó de que maten pibas y pibes por nada mientras otros lloran no poder ir a Miami de vacaciones. Se cansó de que la puteen por redes cuando lo dice. Se cansó de la argentinidad, de esta miseria de seres humanos que somos. Se cansó de no tener la posibilidad de decidir si quiere o no ser madre. Se cansó de la desmemoria, de la violencia cotidiana de quienes matan por llevarse un celular ajeno o por recuperarlo; se cansó de no progresar aunque le ponga esfuerzo y empeño y trabajo. Se cansó del cielo repleto de smog argentino, del agua contaminada con argentinidad. Se cansó. Y no quiere eso para una criatura que apenas tiene dos años. Le duele que crezca en la burbuja de un país que no tiene nuestros problemas pero como toda madre la prefiere viva, bien alimentada y con la posibilidad de llegar a vieja sin un abuso sobre el cuero. Lo hace por su hija pero también lo hace por su marido y por ella misma. Para ver cómo es eso que funcionen los proyectos. Para ver cómo es que rinda sus frutos el esfuerzo.
Se cansó y prefiere enfrentarse a los temores entendibles de su marido y los suyos a tener que estar acá y discutir por guita y hacer malabares imposibles con las compras y los servicios y el transporte y la educación y la salud y los impuestos y las calles que se inundan y los trenes que chocan y los alquileres a precio de Dubái y los medios que meten ruido y miedo y mentira que está todo súper bien cuando sabemos que no hay nada para nadie más que para los que no dejan de veranear en Europa.
No se vendió al capital. No quemó sus banderas. No traicionó sus ideales. Pero se hinchó los ovarios de lo que somos y no podemos dejar de ser. A lo sumo escuchará un tango y se le piantará un lagrimón. A lo sumo mandará postales para navidad. A lo sumo cuando se establezca y ahorre un poco venga de visita. Algo que aquí no podría hacer ni en cincuenta cuotas sin interés. Se va para caminar segura por la calle. Para tener un laburo. Para ir a un hospital y que la atiendan con medicamentos que pagó el estado y no sus médicos. Para que su hija pueda ir a colegios con maestros respetados y bien pagos. Para que ver cómo es eso de que los viejos vivan su vejez con dignidad y laburar más o menos mal o bien de aquello para lo que se rompió el ojete estudiando.
Se va en un exilio económico y social. Un exilio antropológico, para ver cómo se vive a diario en un lugar que funciona un poco mejor. No se va a tomar sol. Se va a llorar su llanto sabiendo que cada lágrima avizora un horizonte mejor, no como acá, donde se inundan los campos de tanta lágrima partida en doscientos años dando vueltas en la misma calesita interminable de exclusiones y señores bacanes pidiendo un esfuerzo que no harían ni en sus peores pesadillas. No se va con una sonrisa. Se va a buscar la esperanza que acá no tiene.
Se va porque ya no tolera a los imbéciles que se sienten ofendidos por los pibes pobres con piletas en Jujuy, por los que se bancan el hambre ajeno al grito de «los kukas no vuelven más», por los que preguntan cómo estaba vestida la violada, por los que aplauden cuando linchan a un chorrito o los que aplauden cuando bajan a empujones a una inmigrante del tren y la matan. De los que se creen ciudadanos de bien por levantarse a las seis de la matina a laburar como esclavos con una zanahoria ficticia y podrida tapándoles los ojos. Se va porque en nuestro ADN nacional hay veneno, porque aunque no lo diga por pudor yo sé que sabe que no tenemos redención alguna.
Mi amiga se va.
Nos odio a todxs.