Hace más años de los que puedo recordar también fui joven, adolescente más bien. Como todos, ni más piola, ni más boludo que el común de la gente. Algo más dado al drama, quizás. Por eso cuando la otra noche soñé con Casita de Pan, parte de esa época se me vino al filo de la lengua y me dejó ese gusto entre dulce y amargo que tienen los buenos licores vencidos que olvidamos en la alacena y a los que les entramos un trago cuando no hay otra cosa.