Estoy en el refugio sentado en un banquito de cemento pijotero y frío. Mientras me vuelvo viejo esperando el colectivo llega uno, que no es el mío. Frena. De la puerta de atrás baja un pibe morochón. No está mal vestido, no parece falopero. Por el corte de pelo podría aventurarse que es policía. Está bajando, pero en un santiamén deshace un escalón, estira la mano y le birla el celular a una flaca que estaba regaladísima twiteando lo último de Mauro, Wanda y la China.
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El eternauta y lxs amigxs del campeón
Posteado elCuando un producto cultural argentino es bueno hay que celebrarlo. El problema es el oportunismo masivo que vacía el debate en torno a la obra, al logro o a la persona, con la intención de vender más, generar contenido, y sacarse una selfie.