Pocas áreas de la matemática pueden rivalizar en complejidad con la topología. Básicamente, en ella se estudian las propiedades de cuerpos geométricos que a pesar de sus cambios y transformaciones se mantienen más o menos iguales, como la cinta de Moebius o las figuras de Mandelbrot, por ejemplo. Sería todo muy ñoñazo sino fuera porque es perfectamente aplicable a barrios como Constitución, Retiro, Once, Liniers, Puente La Noria o Pompeya. Sea cual fuere el cambio al que sean sometidos esos barrios y sus puntos neurálgicos, perduran iguales, inconmovibles. Pongámosle, La estación de Sáenz, en Pompeya, puede ser pintada y repintada, puede ganar pantallas led y televisores HD en 4k, pueden ponerle baños y gente que los limpie, restoranes y cafés, tiendas de tecnología y escaleras mecánicas, policías y trenes que no se hagan cajeta y aun así, siempre es un lugar de mierda. Miles y miles de seres humanos empujados a tener a flor de piel la brutalidad más egoísta y mezquina. Podés tener un doctorado en ética de la universidad vaticana, los pájaros comer de tu mano y los niños, en tus brazos, trocar su llanto por risas y aun así, en Pompeya, Once o Morón comportarte como un infrahumano sediento de sangre cuyo único objeto en la vida es patear embarazadas con tal de pegar un asiento, de preferencia, del lado de la ventanilla y lejos de las puertas, no sea cosa que algún planero te zarpe el celular que compraste robado por Marketplace a sabiendas que las manchas que traía no eran de kétchup. Ni hablar si los colectivos están de paro y tu única forma de llegar al laburo es comiéndote un viaje de 4 horas para estar 5 en la oficina porque tenés que salir antes si querés llegar a tu rancho.