Y más allá… el metrobus.

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Los dioses nos odian, no hace falta ni decirlo. O nos cagamos de calor y nos cortan la luz o nos cagamos de frío y nos cortan la luz. O tenemos un gobierno popular que nos caga a palos con una sonrisa fraterna que combate al capital o nos toca un gobierno elitista que nos caga a palos en nombre de sus amistades bancarias. Es cierto, cada tanto -los dioses-, nos tiran un mundial para que la monada se conforme y no rompa las bolas por un rato o nos tira un hueso en forma de metrobús en San Telmo para que las señoras coquetas alaben la iluminación que suplanta la oscuridad terrible que los preparativos del mismo metrobús había generado.