El estreno de Divergente acerca a los cines locales el primer capítulo de la exitosa saga (pre) adolescente que, con distipías livianas y cuerpos en flor, pretende encandilar a los jóvenes deudos de la ciencia ficción de los 2000.
La culpa es J.K. Rowling; no, peor aún, la culpa de George Lucas y de Steven Spielberg. La culpa es de los escritores franceses del siglo XIX que inventaron el folletín seriado; O del posmodernismo que entronizó a la figura del adolescente como destinatario de todos y cada uno de los mensajes posibles de la máquina de facturar. Sea de quien fuere la culpa, lo cierto es que Divergente posee todos los componentes que no deben faltar en el coctel perfecto de la imaginería popular juvenil: una sociedad opresiva y la posibilidad de liberación en el horizonte, el culto a la amistad, el sufrimiento de los seres queridos, la sed de aventuras y la tensión sexual por debajo de una pretensión amorosa heteronormativa y naif.
Dirigida por Neil Burger (The Illusionist – 2006), Limitless – 2011) consigue con mucho esfuerzo representar los climas que Veronica Roth – autora de la saga – busca imprimirle a una historia en donde una pre-adolescente debe elegir cuál será la casta social a la que habrá de pertenecer el resto de su vida, cortando todo lazo de unión con la familia en la que se crió. En una sociedad dividida según las virtudes de sus integrantes para evitar el conflicto social, Beatrice Prior (Shailene Diann Woodley – The Descendants – 2011) descubrirá que su elección no será tan simple como para el resto y que una extraña anomalía en el interior de su cuerpo pondrá en peligro su vida y la de todos los que la rodean. Esta es la premisa con la que Burger debe lidiar a la hora de montar una escenografía futurista, exultante de lugares comunes en lo referido a lo visual pero también en lo actoral. Tanto a Beatrice como su compañero/maestro/ amante Four (Theo James – Underworld: Awakening – 2012) no les sobra nada y les falta todo. Carentes de la menor empatía actoral no consiguen en ningún pasaje de la película transmitir emoción alguna. Sabemos – por sus trabajos previos – que ella sabe hacerlo. Él no y la relevancia de su personaje en la historia lo deja en un off side que atenta contra la credibilidad del film. Si Burger consigue en algunos pasajes sostener el pacto con el espectador las apariciones de James lo fracturan. Ahora bien, la presencia de Kate Winslet en algunas escenas salvan la película de una mortal irrelevancia. Verla interpretar papeles de mujeres de mediana edad nos recuerda que, primero, ya no es la niña de Titanic, segundo, que su ductilidad actoral ha mejorado con el paso del tiempo y tercero, que los papeles de villana le sientan exquisitamente.
En suma, una película para fans de la serie que es lo mismo que decir que es una película para preadolescentes que han heredado de sus hermanos mayores la pasión por los folletines visuales en los cuales los personajes atraviesan la juventud junto a los espectadores. No está mal como ingreso a la ciencia ficción, como primer acercamiento a las distopías y ucronías que pueblan la literatura y el cine. El error sería no advertirles que hay un universo más basto por detrás de lo que Divergente tiene para ofrecer, más basto y por lo general, mucho más inquietante y emotivo.
Me cierran el bar. Chauchas■