Subo. Hay un solo asiento libre. Los dioses me aman. Apoyo la espalda y lo advierto. Nada de lo que los dioses dan es grato. Junto a mí va un borracho. Exuda vino rancio. Tiene pinta de viejo bastante baqueta. Habla solo. Dice que es policía. Dice que se baña con jabón de judíos. Dice que mataba negros, putos y pobres. Dice que sabe que habla solo pero que no le importa porque Jesús es justo y sabe que dice la verdad. Lo mismo que el potro Rodrigo que se le aparece en sueños y le dicta el camino. En la campera tiene el escudito de Belgrano de Córdoba. No tiene acento de venir de aquellos lares. Dice que cada tanto fuma marihuana con su mujer y su nieta a la que siempre que va a cenar a su casa le enseña que tenga cuidado con los travestis. Dice “los”. Dice que vive desde los 15 en Kathan city y que es un cachivache de lugar como la cancha de Chicago y los monoblocks de La Tablada.

Tengo suerte, no es un exaltado. Pero no para de hablar. Lo hace en un tono calmo y continuo. Tan persistente es en su delirio que oradaría las piedras. Aun con los auriculares puestos y el doom metal a todo volumen escucho su runrun asesino. Apenas gesticula. Su olor es asqueroso. No tengo a mano una ventanilla. Cuando se le da por erutar la cosa se complica mucho. Pienso en Pampita, en la algarabía sexual de una ex novia que cuando se pasaba de sustancias era el infierno en la tierra, en la película de los muppets, en…no hay caso. Me está matando. Nadie se queja. En el peaje del mercado central el chofer para un segundo. Abre la puerta para arreglar el espejito. Entra un viento humedo y fresco. Doy una bocanada que me llena los pulmones y me limpia el asco. El borracho tose. Se mira en el vidrio. Le habla a su reflejo. Vuelve a parlotear contra los judios. En un momento un par de pasajeros se dan vuelta a mirarlo. Miro de reojos. El hijo de puta está besando su reflejo. Se da besos con lenguita. Deja baboso el vidrio. Una flaca que está cerca se hace la boluda y tira un par de fotos. En una de esas sale el flash. El borracho se da vuelta como sintiéndose descubierto. Me mira fijo. Ni me mosqueo. No le doy cabida. Se da vuelta y sigue transándose con el vidrio pegote. Miro a la boluda. La boluda me mira. Me pide perdón sin decir palabra. La miro con desprecio.

Cuando el borracho dice que se garcharía a la Vidal me paro y me voy al fondo. Gracias dioses, métanse el asiento en el orto.