Desde hace unos años me tomo el trabajo de contar lo que veo en mis viajes diarios, en tren, en bondi, subte. Al menos lo más curioso,o lo triste, o lo extraño. No busco espejar la realidad. Tampoco podría. Le tiro un poco de belleza para hacerlo más ameno pero lo básico ocurre y ya. Nunca hay que olvidar el dogma primero del periodismo lanatista: que la verdad no te prive de una buena historia.

Distinto es el mambo reflexivo. Cuando escribo en modo Dr. Amor no hago más escuchar historias por ahí, identificar sus lugares comunes y presentarlo como si fuera una tragedia existencial de magnitudes cósmicas. Es decir, cosas que nos pasan a todxs pero en un formato que se pretende elegante. Como la milanga con fritas y ensalada que te venden en Palermo pero a la que llaman “cortes de ternera espolvoreada con harinas, papas bravas del Norte sobre fino colchón de hierbas variopintas”.
 
Los formalistas rusos, para lo que no lo recuerdan, se pasaron unos cuantos años teorizando y problematizando la figura del autor en relación a su obra. Flauvert decía “Madame Bovary soy yo”. No es que lo fuera, (eso era una guapeada), sino que había elementos de su personalidad puestos en sus historias. No puede evitarse. Los conciudadanos de Dante Alighieri, en la edad media, evitaban cruzarlo o tratar con él porque decían que había ido y vuelto del infierno. Una manga de boludos, claramente. Como creer que Max Brook, al escribir Guerra Mundial Z realmente sobrevivió a un apocalípsis zombi.
 
El “yo” de cualquier cosa que se escribe nunca es una copia indistinguible de quién lo escribe. Una vez que se escribe o se mediatiza el ego, es un ego otro, el ego de otro, una entidad provisoria y endeble, dependiente pero distinta, como un recién nacido, que requiere de su madre para vivir, que proviene de ella pero es alguien distinto.
 
Por eso cuando cuento historias de amor malogradas no me rompan las bolas con quejas, reclamos y preocupaciones porque esas historias, contadas en primera persona, no siempre son las mías. Son las de ustedes, que me llaman a las 3 de la mañana para contarlas, que me vienen a ver para que les tape las cagadas, o solo me lo cuentan para no sentirse solxs porque saben que algo de eso entiendo porque, vamos, el diablo más sabe por viejo que por diablo.
 
Y entonces, para decir la verdad más verdadera, jamás en la puta vida justifiqué media palabra que escribí ante nadie. Y no es que sea un tipo prolífico y creativo, o un comprometido de la san puta. No quisiera entrar en detalles pero yo sí que la parí por escribir. Yo sí que le puse el cuero a las palabras. No como muchos de los que vienen a contarme historias pero no dicen esta boca es mía cuando las papas les queman.
Igual gracias por leerme, taría bueno que compartan pero no se copan. Solo me reclaman, tienen ortiva el corazon.