La llegada del reggae y el pos punk a la Argentina es un camino de fuga. Así como algún inmigrante alemán escapando del hambre posibilitó el sonido característico del tango con un bandoneón en su maleta; del mismo modo lo que trajo Luca Prodan en su cabeza escapando de sus propios fantasmas fundó un sonido nuevo en un país que transitaba una pampa húmeda, pero pampa al fin.

I

Se dijo y se dirá mucho de Sumo como banda y de Prodan como artista y ser humano, como personaje pintoresco que arrastró una historia dura sobre sus hombros como el común de los mortales. Se hará mención de su educación aristocrática, de su rebelión adolescente, de su ir y venir por el mundo como si las fronteras no significaran nada para alguien con una idea en la cabeza: ser libre. Y acaso este bien taxonomizar su vida y sus idas y vueltas, narrar sus adicciones, el impacto del suicidio de su hermana, su vagabundeo por un Londres en plena efervescencia punk, su amistad con el argentino que lo invitó a pasar una temporada en Córdoba, sus declaraciones, sus performance en vivo; en fin, se contarán anécdotas de vida que tarde o temprano, por esa peculiar forma que adquiere la materia boyando en el tiempo, acabarán por desdibujar y relegar a ese extraño poeta descolocado, rabioso en tres idiomas, que fusionó el surrealismo con un minimalismo urbano a mitad de camino entre el despojo y la sensibilidad.

Escribía en el estudio, declaró alguna vez, para comprobar sorprendido al terminar que había contado una historia allí donde creía haber anotado incoherencias. Una suerte de automatismo (in) consiente que en perspectiva era, como escribió exagerando alguno de sus integrantes, el sistema jamás creado para liberar el inconsciente.

II

Hay una vocación actoral, una inflexión provocadora (fuera o no deliberada) en cantar en inglés. Los primeros grupos de rock nacional lo hacían porque no sabían hacerlo de otra manera y porque tuvieron que esperar hasta tener algo parecido a un mensaje para poder hacerlo en español. Pero en tiempos en donde salirse de la norma era una forma de jugarse la vida, la elección de Sumo por un repertorio en ese idioma formaba parte de un happening menos evidente que el de sus compañeros de generación underground como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Títulos en inglés y letras en castellano o al revés. Mitad y mitad. Su propuesta era extraña. Prodan lo sabía. El resto de los integrantes lo sabía. Hubiese sido extraña incluso en Londres. Reggae, rock y pos punk. La new wave más sórdida vía Joy división y el reggae militante de Culture. The Clash, Sex Pistol. Todo junto, pero no revuelto, en una propuesta que aún hoy se resiste a ser clasificada. Un sonido lo-fi, al principio por las limitaciones técnicas de sus integrantes y que luego se volvería su sello. Un sonido que hoy deja en la escucha una reverberación de crudeza, latoso, pero que da la sensación de ser el sonido de un motor armado, desde cero, intentando arrancar. Eso es lo que dejan sus dos primeros registros, la versión original de Corpiños en la madrugada de 1983 (que circuló en cassettes de baja calidad hasta su reedición diez años después) y Divididos por la felicidad de 1985. En esa línea se encuentran las ediciones piratas llamadas, entre otros nombres,  Live Café Einstein, registro de una serie de conciertos realizados en el mítico bar y Quilmes 1985.  Se vuelven leyendas sus vínculos con Carlos Solari, con ese pibe talentoso que luego sería Andrés Calamaro. Tocan con Nina Haguen, John Mayall; con INXS, Virus, Los abuelos de la Nada, Metrópoli, con Riff, con Paralamas do suceso.  Tocan con todos con quienes se podía tocar en ese momento con un repertorio sólido, con hits impensados y con la convocatoria  que da la novedad.

III

Luego ocurre algo curioso, el sonido no mejora, implosiona. De algún modo no importa ya que pasaran del porta-estudio que Prodan trajo con sus pertenencias de Inglaterra al sonido de estudio, sigue sonando crudo y rabioso, más pulido, pero no domado. Instrumentos y voz sonando casi a un mismo nivel. El virtuosismo que los músicos demostrarán años después en los proyectos que siguieron a la muerte del líder estaba ahí, es cierto, pero contenido, encorsetado, como si la sola presencia de Prodan junto a ellos fuera, sin revólver en mano, como la de un Ian Curtis o un Phil Spector calvo y profundo entre tanta ginebra.  Llegando los monos 1986  y After chabón 1987 acaban por consagrarlos en una edad del mundo en la que la consagración debía ser sostenida todos los años con discos y conciertos. Y con el tip consagratorio por excelencia: la muerte.

IV

Volver a sus letras. Si hay algo para resaltar de las canciones de Sumo es el aspecto muchas veces onírico de sus versos. Esa forma dislocada de unir ideas que tiene Prodan se encuentra en la tradición de Nebbia, Spinetta, Solari. No mama de ella, cae como un paracaidista en una tierra que ignora y se adapta. Se hace un lugar dentro de una poética de lo cotidiano. Desde Luces calientes atraviesan mi mente hasta Subte línea b y yo me alejo más del cielo hay un universo que salta de la adrenalina a la calma cuya música es un péndulo que marca el compás de todos sus discos. Pero los hits de Sumo son una cáscara o en todo caso el emergente más radiable de su obra. Detenerse en las pequeñas capas mixturadas de, por ejemplo, La gota en el ojo dejaría al descubierto una idea muy concisa acerca del tipo de reggae que al que tuvieron acceso los Sumo. Unos palillos que introducen una de las líneas de bajo más graves del rock nacional. Un saxo tímido de fondo soplando sobre las aguas. Rasguidos cortos, a media velocidad, una voz que araña el abandono y el desgano. Su letra, curiosamente nada ciudadana, parece una celebración entristecida, una vidala multicultural que mira al cielo y espera que la lluvia apague un fuego que no se nombra pero que está ahí. Como Prodan, que en cada letra le buscaba a la rabia compulsiva, a veces voraz y a veces queda, una salida entre acordes y ginebra.

V

A la discografía oficial de la banda deberían agregarse los ya mencionados discos piratas y la reedición, el disco que grababan antes de la muerte de Prodan, fiebre de 1989,  3 discos con rarezas, dos grandes éxitos, un concierto en vivo editado solo en VHS (aunque hay versiones no oficiales en DVD) 2 o 3 peliculas / documentales sobre la vida de Prodan, una decena de libros sobre su vida y sobre el grupo, una imprecisa cantidad de conciertos en vivo y algunos reportajes y conciertos grabados para FM Rock & Pop.

No hace mucho Mario Pergolini declaró ser poseedor o tener acceso a  algunas de las pistas de grabación de muchos de los temas. Sugirió, con alguna convicción, que podrían remezclarse para realizar una grabación de calidad. Para su sorpresa un oyente sentenció: “la mona lisa no puede volver a pintarse”. No se equivocaba.

Me cierran el bar. Chauchas