Tren línea Roca a Bernal. Tres pibas jiponas con ropas de colores. Traen sahumerios en una bolsa y los van oliendo. Tienen piedras de colores y hablan entre ellas de sus propiedades energéticas. Van sentadas en el suelo. Conversan sobre la espiritualidad y las bondades de hacerle el bien al otro, de vender comida en las puertas de las fábricas y las escuelas. No pueden estar sentadas ahí.

Hay carteles en todos los vagones que lo indican. No se dicen las razones pero no hay que ser muy despierto para darse cuenta que estar así es un riesgo para ellas y para el resto de los pasajeros, tal vez no exactamente ahora, pero sí cuando se llene de gente. Sube una guardia y les indica que no pueden viajar así. Se los dice con respeto y amabilidad. No le dan pelota. Viene un guardia hombre. Dos le hacen caso. La tercera, la que más hablaba del vínculo entre la espiritualidad con el cosmos, les dice con voz de camionero “ehhh loco, no estamo’ haciendo nada. Y si esto se lo decí’ a la fisura vas a ver cuánto durás”. Se queda en el suelo. Proclama a los gritos que ella no va se va parar. Viene otro guardia. Respetuosamente le repite que se pare, que no es un capricho de ellos, que no importa que no esté rompiendo nada, que son las normas que la empresa dispuso para los trenes nuevos. Sigue en la suya. La dejan estar ahí porque no pueden detener el tren por mucho tiempo más. Se escuchan unos gritos de los primeros vagones que reclaman que el tren arranque o “ya van a ver”. Perdimos 10 minutos en la estación de Wilde y la revolución no ocurrió. Una vieja que va sentada habla en voz alta sobre el asunto verdugueando a la piba. Hay aire de tole-tole en el ambiente. La jipi anarco no se da por aludida. Sigue en el suelo. Ahora dice que está cansada. Todos los vendedores ambulantes la saludan y uno le regala un chupetín. Al llegar a Bernal se para y se baja con sus dos amigas. Caminan delante de mí hasta la universidad. Al salir la encuentro repartiendo panfletitos en donde dice que Macri se caga en lo público.

Por eso nos gobierna la derecha, porque muchos progres que predican el amor son básicamente unos forros.