Dice Douglas Coupland en “La vida después de Dios” – Primero está el amor, luego el desencanto y, finalmente, el resto de la vida – Tal vez haya que variar la sentencia desde hoy: Primero está el amor, luego el desencanto y, fatalmente, la muerte de Eduardo Falú.

¿Qué nos importa que fuera un hombre frondosamente viejo? ¿Qué nos importa que millones de pobres diablos no tengan la más puta idea de quién fue? Ya no está, ya no compartimos – acaso nunca lo hicimos – el mismo tono, la misma armonía con la que se ejecuta este bastardo ejercicio de vivir.

No hacía folklore, chicos, no hacía música argentina. No era un músico de género, ni el autor de músicas enormes. Era el prototipo de sabio-artista, probablemente el último ejemplar de esa estirpe de pedagogos que al ejecutar su arte nos decían dónde está el bien y dónde el mal.
Sonarán sus discos con la fritura que le dan los lustros. Sonarán antiguos cassettes en walkmans a los que habrá que ponerle pilas. Cds olvidados, mp3 inmundos donde se pierde el sonido de la presión de sus manos vaqueanas sobre la cuerda gruesa y grave y cargada de pampas y dolores como bosques talados por el tiempo.
Hoy se murió Eduardo Falú y su velorio durará lo que duren nuestras vidas. Hoy comienzan a merendar su cuerpo los gusanos más infames que habitan esta tierra. Hoy Mandinga debe estar contento, el mejor de todos nosotros, toca para él desde el cielo.

Me cierran el bar. Chauchas■

  1. César
    Ene 18, 2019

    Muy buen homenaje. Su velorio durará lo que duren nuestras vidas….creo que nos harán la posta y seguirá.

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