En el asiento doble delante del que voy sentado van dos tipos. Son evangelistas. Te das cuenta porque son espamentosos y les gusta la alharaca. Que cristo esto, que cristo aquello, que el espíritu santo te cura las hemorroides; y, por supuesto, la biblia en la mano, como si no hubiese otra puta cosa que leer. Justo ellos que son quienes más lo necesitan.