En el asiento doble delante del que voy sentado van dos tipos. Son evangelistas. Te das cuenta porque son espamentosos y les gusta la alharaca. Que cristo esto, que cristo aquello, que el espíritu santo te cura las hemorroides; y, por supuesto, la biblia en la mano, como si no hubiese otra puta cosa que leer. Justo ellos que son quienes más lo necesitan.

La verdad, solo habla uno de los dos. Treinti pico, rapado look policía bonaerense, oscurito tipo policía bonaerense, pobre tratando de caretear que no lo es con anteojos de sol caros, tipo policía bonaerense. Se las da de pastor pero se le nota que no le da el cuero. No puede hacer ni la exégesis de un chiste de Jaimito. Lo sé porque en un momento le comenta al otro sobre los valores familiares de la saga Rápido & Furioso. Por lo visto no sólo tiene vocación de pastor de ovejas sino también de analista cultural.

Lleva un reloj farolero y grandilocuente, de los que venden los inmigrantes eritreos y mauritanos de Constitución, Pompeya, Liniers o alguna otra frontera.

En un momento quiere mostrarle al que está callado una foto de su celular gigantesco. Como está un escalón más abajo puedo ver todo lo que tiene. Estoy seguro que todas esas fotos de minas en tanga de dudosa mayoría de edad son para ejemplificar el accionar del Maligno. El otro, parece que habla, porque se lo hace notar entre rísas. El del teléfono le dice “antes que hombre de fé, uno es hombre.” De ahí a tener la capacidad intelectual de un trilobite hay un solo paso. Lo raro es que los trilobites se extinguieron y el chabón éste sigue ensuciando mi aire.

En Laferrere sube una flaca con un bebé. Resulta que todos los de adelante se consideran personas con movilidad reducida. Incluso una veintiañera que ya estaba sentada cuando subí e iba leyendo una basura de esas tipo “Mujeres que bailan con los lobos” o algo parecido. Nadie se levanta. Llega hasta donde están los chabones religiosillos. Nada. Como si no estuviese inscripta en el libro del señor. En realidad por ahí lo está pero cuando te aprieta el zapato no hay sororidad, respeto a la norma ni misericordia que valga. A comerse el pijazo que la vida es dura para todes.

Cuando hago el amague de levantarme clamando por la muerte de todos estos candidatos al cáncer la mina que tengo al lado me agarra del brazo. Me dice “solo quería ver si alguien hacía el intento, yo bajo en Ciudad Evita”.

Ahhhh pero mirá que conchuda. Resulta que somos 3 arriba del bondi los qué predicamos superioridad moral. Vos que nos pones aprueba, el vicario de cristo al que le caben las nenas y yo que soy el único que tengo la posta sobre todo. No se lo digo. Me paro para dejarla salir de su asiento. Le primereo la ventanilla a la flaca del bebé con la excusa que en la autopista le va a dar el sol de lleno. Me agradece. Le agradece a mina que se levantó. La mina, parada, me mira desde arriba de su pedestal de bondad magnánima y me sonríe. Forra. Se lo da tan alegre solo porque baja al toque.