Sábado. Una hora reloj esperando el bondi bajo la lluvia. Hay 20 personas apiñadas bajo el refugio. Uno tiene un cigarrillo electrónico mal calibrado y cada vez que pita parece una elección papal. Una bola de humo blanco densa se queda como una niebla a nuestro alrededor a pesar de la ventisca. Hay alguna otra cosa además de tabaco en ese aparato porque la monada se abre aun a riesgo de mojarse hasta las tetas. Hago lo mismo. Salgo del refugio y abro mi paraguas con forma de espada que me regaló una amiga y por el que a veces me para la policía porque, posta, tiene una pinta de katana que da calambre.