Palmeras

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Alguien, tal vez esperando que Constitución se convirtiese en una sucursal de Palm beach, plantó palmeras sobre la calle Salta. Quizás la falta de playa y de un clima más benigno hizo que la cosa fuera distinta. El barrio no prosperó mucho que digamos en el sentido turístico pero las palmeras crecieron. En lugar de dar sombra y cocos sirven, según la hora, para apoyarse, para tirar basura, para orinar, vomitar o, si los usuarios están muy apurados, para echarse un polvo incómodo a la vista de todos. Para el ojo atento sirven, también, como indicador de si vas a viajar o no sentado.

Rememoraciones

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Uno puede extrañar muchas cosas, amores idos a medio parir, lugares del tiempo y el espacio en donde la felicidad nos dio una probadita de su cocaína mentirosa, perfumes que disparan un inside lloroso y maricón. Puede, incluso sentirse tentado a extrañar ciertas formas del dolor y el sufrimiento que uno se fumaba porque sarna con gusto no pica. Pero hay cosas que no pueden extrañarse ni aunque se trastoquen las leyes más elementales de la física. Gentes, lugares, situaciones que duelen incluso en plan de rememoración sadomasoquista. Una de esas cosas es, claramente, Constitución.