Sería una guachada decir que en otros tiempos se vendían orquídeas transilvanas o amapolas de Ceilán. Siempre fueron rosas y claveles, y el estatus del regalo digamos que lo daba más la cantidad que su rareza, pero los tiempos cambian. El merchandising amatorio, también, en especial si no hay un mango.
Recuerdan aquellxs de buena memoria que antaño, para el día de los enamorados, se acababan los turnos en telos y las flores triplicaban su precio porque, como bien sabemos los fuleros, no basta solo con el amor para ponerla gratis y no sentirse solo. Lo prueban miles y miles de rupturistas del amor, de despechadxs que devuelven cartas apasionadas y ositos de peluche pero nunca lavarropas, autos e inmuebles tasados en dólares a precio Dubai.