De todos los fenómenos conurbanos uno muy curioso es la venta de sandías. Por supuesto, como el fruto mismo, es estacional. No importa que mal que mal se consigan sandías el resto del año en cualquier verdulería. Llega diciembre y aparecen locales de venta improvisados Ad hoc, en variados puntos, en distintos barrios. Un día hay un kiosko de falopa y al otro día sin mediar corte de continuidad aparece una montaña de cientos de sandías cubiertas con una lona o un nylon con un tipo, por lo general joven, que está ahí llueve, truene o haya sol, las 24 hs. los 7 días de la semana. No sabés dónde caga, donde duerme ni de dónde salió. Como Viracocha un día aparece repartiendo sus dones y cómo Viracocha un día se va. La diferencia es, sino étnica, al menos económica: este te cobra lo que brinda. Y no está mal, hay que comer.