Subo y me tiro en el asiento más hediondo y al sol que hay sobre la faz de un 96 con aire acondicionado caliente que huele a trapo de piso viejo. Estoy tentado a sugerirle al chófer la existencia en algún lugar de un filtro de aire, que hay que sacarlo y limpiarlo. Su cara me disuade: bigote años 70, anteojos de policía motorizado del 80, canas circa 1940. Su voz parece una lima contra el acero. Lo noto cuando le menta el orto a una piba de unos 15 pirulos que cruza en un semáforo.