Caballito. A unas cuadras de Acoyte y Rivadavia. El gentío está a un paso de cortar la avenida. Extrañamente no reclaman nada, no se quejan de nada. Están celebrando. Lo curioso es que celebran cosas distintas. Unos, que egresan de la escuela cheta y de misa diaria que está frente al parque. Ochenta púberes pre adolescentes saltando, gritando y mandándose mano no tan a escondidas. Otros, que se recibieron de algo y salen haciendo trencito del Starbucks. Son como veinte. Como la vereda es estrecha avanzan sobre la avenida hasta ocupar casi la mitad. Hay un embotellamiento de la hostia y bocinazos ensordecedores. Por Campichuelo doblan unos flacos con facha de partidito de viernes con los pibes que arengan a la selección, cantan que en Brasil son todos putos, que le ganan a Francia y vuelve Cristina. Salen unos cuantos chiflidos de algún lado. O de varios. Los flacos se detienen, de golpe. Miran envalentonados. Nadie recoge el guante. Por suerte no retrucan. Siguen caminando, pero sin cantar. Les pincharon la onda.
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Posteado elY entonces, luego de un año del que saldríamos mejores, sube una mujer con dos nenes, uno en brazos, y nadie le da el asiento. El que lleva de la mano debe tener tres años, a lo sumo. Juega a hacer ruido con los labios, prrrrrrrrr, llenando de baba y escupida todo lo que lo rodea. Mala época para eso, campeón. Típico de infante ser un pelotudo. El otro, el que va alzado, juega con el barbijo de la madre. Se lo sube, se lo baja, lo mordisquea. La pobre mina hace equilibrio. Tiene cancha, porque cuando el 96 agarra la rotonda del metrobus de Kathan City se vuelve una surfista de las playas de Iluwatu. Pie adelante cruzado y culito afuera, cual riquelmista, para bajar el centro de gravedad; el pibito escupidor agarrado a la gamba para darle basamento. Viene la ola. El chofer acelera a la salida de la curva. Si zafa de la inercia merece un aplauso. Zafa. Me acuerdo de una amiga que una vez me dijo -Después de sacar un pibe por la argolla, cualquier cosa es fácil.