Y entonces, luego de un año del que saldríamos mejores, sube una mujer con dos nenes, uno en brazos, y nadie le da el asiento. El que lleva de la mano debe tener tres años, a lo sumo. Juega a hacer ruido con los labios, prrrrrrrrr, llenando de baba y escupida todo lo que lo rodea. Mala época para eso, campeón. Típico de infante ser un pelotudo. El otro, el que va alzado, juega con el barbijo de la madre. Se lo sube, se lo baja, lo mordisquea. La pobre mina hace equilibrio. Tiene cancha, porque cuando el 96 agarra la rotonda del metrobus de Kathan City se vuelve una surfista de las playas de Iluwatu. Pie adelante cruzado y culito afuera, cual riquelmista, para bajar el centro de gravedad; el pibito escupidor agarrado a la gamba para darle basamento. Viene la ola. El chofer acelera a la salida de la curva. Si zafa de la inercia merece un aplauso. Zafa. Me acuerdo de una amiga que una vez me dijo -Después de sacar un pibe por la argolla, cualquier cosa es fácil.

La mina no se da por enterada de su triunfo. No tiene tiempo. El chiquito le reclama algo a los gritos. La tengo lejos. Entre ella y yo hay 30 personas apiñadas. Hay un covid masturbándose en algún lado pensando en esta imagen. Si la llamo, cuando consiga llegar hasta donde estoy, se va a tener que bajar. No tiene facha de ir hasta Constitución.

En algún punto indeterminado de la zona que nos separa hay una vieja forra que ya subió reclamando que le dieran el asiento por vieja y que por mal hablada no le dimos. Además, lleva un changuito con una verdura que tiene un olor espantoso. A eso hay que sumarle la baranda a trapo de piso usado que sale del aire acondicionado del bondi. El chofer no debería usarlo, pero creo que todos le agradecemos que se pase por el orto la prohibición porque hace un calor de la ostia.

Los del asiento de atrás van tomando cerveza tibia a las 9 de la matina. Hablan de la nenita secuestrada. Uno dice que la madre tiene que ir presa, que vive cómo vive porque le cabe fumar paco frente a la villa, que el cuñado la conoce y conoce a los que le venden.

—El Carli le vende, bola. Vo’ lo conocé´, estuvo en el bautismo de la nena. Le dice uno al otro. El otro no le contesta. Hacen silencio. Uno de los dos, no sé cuál, dice que dios lo perdone pero que hay que matarlos a todos. Que si el secuestrador tiene una discapacidad que lo maten, que si la mina es falopera, que la maten, que si no tenés dónde vivir que te jodas. Son unos negros. Levanto el celular para ver si cazo su reflejo. Posta que al tipo nadie lo confundiría con un noruego, ni con un albino. Muy probablemente no experimente jamás la palidez. Ni cuando muera. No sé si admirar su autopercepción ególatra o recomendarle un oculista. Por suerte abandonan el tema y ahora hablan de las tetas de Karina Mazzoco en la tele. Se quedan sin birra. Se prometen comprar otra al bajar.