Al principio los dioses crearon el cielo y la tierra y, tiempo después, a Chano. Ustedes no se acuerdan porque son chicos y dados al olvido rápido e impiadoso de la modernidad aguachenta, pero hace unos años Chano era todo, estaba en todas partes. Allí donde miraran, allí donde escucharan, estaba él, o un personaje que se parecía a él y se lo creía o alguien que actuaba la versión de Chano que cada quien elegía ver. Pero hay allí un problema. Chano no siempre fue el Chano que conocemos y los medios olvidaron porque tiene poco que decir. Chano fue otro Chano antes de ser ese que todo el periodismo esperaba ver morir de sobredosis mientras se lanzaba de un edificio montado en una Ferrari con un kilo de merca y dos travestis paraguayas menores de edad y en pelotas. No. Chano fue, aunque no lo crean, un poeta maldito. Tal vez no el más elegante pero sí uno de los más dolidos.