Otra vez

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Pasan tres. Ninguno para. El refugio está que estalla. Vienen otros dos. Algunos se suben. La fila no se da por enterada. Quedamos una banda. Hace frío. Cuando viene un semirrápido, para y abre la puerta. Se escucha la ovación como si el profeta obrará el milagro anunciado. Preferiría putear y prender fuego todo pero no se suman, en especial los que ya vienen arriba y nos gritan que no hay lugar y no se puede más. Se me cola una parejita. Ella se podría haber tomado el otro y dejarnos lugar en este porque se baja acá nomás pero no le bastaba con intercambiar fluidos toda la noche, también quería hacerlo de mañana en un bondi hasta la pija. Besito baboso va, besito baboso viene. Con ruidito. Ploch, ploch, muiiiik. El pibe, en plan de humorada le palpa la entrepierna. Ella se sonroja y le dice que no. Se ríen.

Refugio

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Duda semiológica ¿Por qué le decimos refugio al refugio sino te refugia de nada? Para los que no lo saben (porque tienen la fortuna de viajar en helicóptero) lo colectivos se detienen en distintos puntos de la traza de su recorrido para que suban o bajen lxs pasajerxs. Esos puntos son comúnmente denominados “paradas”. Las paradas pueden o no tener un “refugio”, una estructura de metal o material con o sin asientos, por lo general con una suerte de techo o cubierta para proteger de algún chubasco medio pelo.