Intersección y después

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El 96 sale de Constitución, por la calle Salta entre Avenida Brasil y O´Brien. Va derecho por Salta hasta la intersección de Estados Unidos, donde tiene su última parada. Luego hace una cuadra y dobla en 9 de julio. En esa esquina, en Estados Unidos y 9 de julio, no hay parada. Hay un bazar de un lado y una estación de Shell del otro. Siempre se ve gente desesperada, corriendo, cruzando en rojo la avenida, levantando la mano, suplicando que el chofer se apiade de ellos y les abra la puerta. La mayoría de las veces no les abren, los dejan de garpe porque la raza colectivera es miserable y solo dada al respeto de las normas cuando les conviene. Otras veces, las menos, se compadecen y abren la puerta y entonces, los que suben agradecen, conmovidos, por el gesto inesperado.

Extrañar

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No nos detenemos a pensar lo que significa extrañar a alguien. Solemos vivir la vida con sus idas y vueltas y dejamos el extrañamiento por lxs otros para momentos límites tales como la muerte o el umbral de algún adiós prolongado. Luego nos acostumbramos y, con más o menos lentitud, volvemos a la cotidianidad en donde los otros, los idos, los partidos en su viaje, cualquiera sea, ya no cumplen el rol protagonista de nuestro extrañamiento. La vida misma sería un ejercicio más insoportable de lo que ya es si no pudiéramos abstraernos la mayor parte del tiempo de esos fantasmas evocadores. Su presencia constante es síntoma de locura. Su irrupción eventual, por incómoda que sea, acaso un signo de la cordura frágil para la que somos entrenados entre sudores y lágrimas.