La teología de la liberación exhortaba a lxs fieles a basar su relación con dios, con las estructuras eclasíasticas, con la sociedad y el Estado desde un lugar de igualdad. Lxs fieles ya no eran para ella un rebaño de corderos incapaces de guiarse a sí mismxs sino una congregación, una hermandad con la capacidad de autogestionar su vínculo con la divinidad desde la convicción cristiana de que sólo en la más plena libertad lxs creyentes encuentran sentido en el mensaje de cristo (ver parábola del hijo pródigo, Lucas 15: 1-32), y en el que su heredera, la iglesia, cumple un rol de acompañar a la comunidad no ya marcando desviaciones en la doctrina sino recordando que los que tienen hambre y sed de justicia son en gran medida los que no tienen pan para sí y para los suyos.