Hace algún tiempo quise mucho a alguien o si no mucho, como me salió querer. La quise bien, que es lo mismo que decir que la quise sin subterfugios, sin esas caretas que a veces usamos para parecer mejores ante los ojos de la gente. Compartimos noches y no todas esas noches estuvieron cargadas de épica pero fueron deseadas y apreciadas. Algunas de ellas, incluso, podrían ser cantadas por cualquier rapsoda en cualquier lugar del mundo porque la dicha de la carne, perra, libre y en bruto no se somete a la historia ni a las mañas. Algunas otras, más calmas, fueron como el momento en el que alguien cualquiera se saca los zapatos y pisa el pasto de la mañana con los pies desnudos. Una mañana de madrugada, en lo oscuro de la noche. Un despertar sin estridencias antes de irse a dormir.
Algunas de esas noches, entre sábanas y mantas, solo fueron para adivinar un cuerpo entre ellas. Para desearlo sin tocarlo porque a veces lo bello y lo bueno satisfacen con solo su presencia.
Hace algún tiempo, impreciso, quise a alguien. Tal vez la quise más por efecto del tiempo sin ella, por obra de una memoria distraída que llena sus olvidos con baratijas y espejitos de colores. No intentaré averiguarlo. Querer la verdad o la mentira es lo mismo si al final las noches son otras y extrañas sin ella. Si el café con insomnio y el pucho en el fondo no tienen su beso en la sombra.
Hace un tiempo, ya no sé cuánto, el perfume de su pelo se mezclaba con el aire y entonces esa habitación ciega llenaba sus pulmones y respiraba sobre nosotros. Y ella se acurrucaba en mi abrazo y sus pies helados se frotaban entre sí y bailaban unos segundos y volvían a dormirse. Y el tiempo pasaba y cuando despertaba y ella estaba ahí, la luz que se colaba por la puerta dejaba sus líneas desvestidas a mis ojos. Sí, alguna vez me detuve a mirarla mientras dormía, como quien lee un libro, como quien se sienta en un arroyo y lo ve pasar.
Un tiempo, eso, un tiempo atrás, cuando el mundo era distinto, antes de que los mapas borraran sus contornos, antes de que toda palabra se vaciara, quise a alguien. Fue una época extraña porque la felicidad siempre lo es, aunque no le diera ese nombre y suceda en el pasado. Una felicidad despistada, imperceptible, extraviada. Pero grácil y amiga.
Hace un tiempo quise a alguien. Diría que aún lo hago pero sería confesar ante el espejo una pasión por lo inútil y lo vano y lo que no tiene sentido, ni lógica que lo oriente entre la niebla ni el desierto. Diría que aún lo hago pero sería como reconocer ante las puertas del pecho que la lluvia del llanto es ahora el clima de todos los puertos y los campos, de todas y cada una de las calles que van de aquí hasta allí, de mí hacia ella.
Que los dioses se apiaden de quienes, como yo, solo pueden hablar de ello en pasado.