Línea 180, recorrido semi rápido por autopista. Toma ruta 4, mejor conocida como Camino de Cintura hasta la rotonda de La Tablada. De ahí por Avenida Crovara hasta Avenida Cristianía. En medio tiene las vías del Ferrocarril Belgrano Sur, ramal Estación Buenos Aires – Marinos del Crucero Gral. Belgrano. El barrio es desde hace años considerado uno de los más violentos del conurbano bonaerense, se llama Villegas y se encuentra en el límite de las localidades de Ciudad Evita e Isidro Casanova, en La Matanza.
Te reciben unos monoblocks despintados que datan más o menos desde el Proceso y desde donde se dijo durante mucho tiempo que los guerrilleros del ERP tiroteaban a medio universo en el famoso copamiento de La Tablada. Hay varios de esos edificios modulares que con los años fueron modificándose. Muchas otras opciones habitacionales surgieron a su alrededor.
La zona es de lo más heavy. Heavy en serio. Los pibes apedrean colectivos. Hay tiroteos seguido. Se vende y se compra lo que sea. La policía en una época te bajaba de los pelos del colectivo, te revisaba todo, te puteaban y guai que fueras a quejarte. A 2 cuadras de donde te paraban, los pibes apedreaban al tren. Una solo vez vi a la bonaerense detener a alguien, una piba paraguaya indocumentada que les decía llorando que venía de trabajar.
De un lado de Crovara hay una villa de medianas proporciones. Del otro un barrio precario. La villa arranca en las vías del Roca y abarca 15 manzanas aproximadamente. A la vera del tren vive gente sin casa, drogadictos. También hay basurales y en épocas de lluvias particularmente intensas el agua pasa el nivel de las vías.
Las formas del escenario son el lugar común de la pobreza y la miseria suburbana. Pasillos estrechos y profundos con jóvenes en su entrada. Siempre jóvenes y niños. Nunca adultos. Al pasar se ven techos de chapa o construcciones de material endebles, alambrados, declives pronunciados, iluminación penumbrosa y suelos de tierra y pasto. El barrio de enfrente no es mucho más variado.
Cuando hace calor y en las fiestas de fin de año la monada se queda paseando hasta tarde. Tiene un pequeño centro comercial de 6 cuadras que cierra temprano y algunos locales de comidas rápidas que funcionan toda la noche con actividades dudosas. Hay como diez iglesias evangelistas y 3 radios, 2 de cumbia y 1 religiosa. Desde hace unos meses tienen un hospital gigante que funciona al 30% de su capacidad y fue inaugurado varias veces.
Siempre parece que estuvieran haciendo asado. No es el caso. Se dice con cierto grado de certeza que allí dentro funcionan 3 cocinas de droga que abastecen a gran parte de La Matanza, de ahí el humo. Nadie entra sin permiso. Nadie sale sin permiso. Ni siquiera los ladrones amateur, los arrebatadores de colectivos, los carteristas y los arribistas que ejercen el robo para solventar sus adicciones.
Pasás con el colectivo y ves a la gente armada. Como si nada, como si fuera lo más natural del mundo, como si eso fuera Kabul, Rocinha o Petare.
Luego de varias intentonas de saqueo desde el 2010 la policía Bonaerense y La Gendarmería Nacional se dividieron la zona. Gendarmería realizaba controles de vehículos y personas sospechosas y la bonaerense intervenía en casos de detención. Los controles de gendarmería se resumían en 2 camionetas con 4 tipos armados hasta la manija, cagados de miedo apuntándole a todo lo que se moviera. Parece mentira pero con eso solo el barrio adquirió un aspecto más tranquilo. Aspecto. Cosmética. Make up.
Tampoco era la gloria. Siempre hubo sacados que cascoteaban el colectivo o se mataban a palos arriba de uno. Y es un bajón, no sólo para el que recibe el piedrazo sino para el resto del pasaje que sabe que terminará obligada en la puerta de algún hospital lejano y no cerca de su casa. Por eso el acuerdo es tácito: Si no hay nadie lastimado de gravedad el colectivo sigue su recorrido habitual como si nada hubiese pasado. Si hay sangre, el colectivo sigue unas cuadras hasta un lugar seguro, la gente se baja y se joden el chofer y el herido. La vida es dura para todos.
Anoche, mientras el 180 en el que viajaba esquivaba pozos un pibe para el colectivo.
-ehhh ameeeooo me tiras una’ cuadras. El Pibe, gorrita, zapatillas fluorescentes, campera de boca con 30 grados, tenía dificultades para articular oraciones y movimientos.
-No puedo, capo, tenés que sacar boleto. Le dijo el chofer, mala onda, engominado, escuchando los lentos de fm 100 en su celular.
-bueno, con monedas.
-no usamos más monedas. Solo SUBE.
-¿Aaaalguuuuno me sacaaaa? Preguntó al resto del pasaje estirando las palabras. Lo miré. Apenas podía tenerse parado. No tenía monedas. No tenía SUBE. Estaba dado vuelta y aun en su estado se lo notaba rabioso, exasperado pero aun así, contenido. Se bajó puteando a los gritos.
A las dos cuadras suben dos. La misma historia. Esos tardaron más en dar el brazo a torcer y bajarse.
El chofer le dice, textual, a una vieja, “Se fue Cristina y sacaron a la gendarmería. Dijeron que tenían hasta el 9 para estar. Por eso los guachos entraron de nuevo en confianza. Lo malo es que vamos a tener que revolear a la gente que no tiene nada que ver. Ni puta idea de lo que va a pasar en las fiestas”.
Villegas. La gente va porque vive ahí. O Porque pertenece a una fuerza de seguridad y lo mandan a trabajar. Otros van a comprar algo. Está claro que van por el paco, ese commoditie con valor agregado de mayor demanda en el segmento C3 de los consumidores.