Constitución. Frío destemplado. Agresivo, húmedo. Poca gente en la calle. Camino ligero. Está oscuro. Las chicas trans que corren la coneja semidesnudas me piropean el tiempo que tardo en recorrer la cuadra. Soy el único que pasa. Me dicen rubio, me dicen lindo, presuponen a los gritos que mi miembro es descomunal. Por un momento me levantan el ego. Después me doy cuenta que quieren comer caliente. El ego es un ludopata irresponsable. Aun con la propuesta más elemental despliega su baraja. El ego es una trampa. Incluso las sirenas menos agraciadas se lo saben de memoria.