En estos tiempos, por pobre que seas, algún medio consumís. Y todos tienen algún espacio noticioso, de información práctica: hora, temperatura, estado del tránsito. Cuando ocurre algo un poco fuera de lo común insisten con eso hasta freírte la atención, en especial si es para criticar al gobierno o al monopolio de turno. Entonces, que se te ocurra salir con todos tus hijos un día en donde apenas hay colectivos ¿en qué te convierte? ¿En una persona con capacidad intelectual diferente? ¿Con dificultades cognoscitivas? ¿En una inconsciente que somete a sus propios hijos al sufrimiento de ser pisados, zarandeados, casi asfixiados dentro de colectivos repletos donde la gente se insulta por el espacio, escupe a los colectiveros, se carajea con los que no pueden subir?

Que alguien llegue a viejo nos dice de él o ella que al menos tiene un buen instinto de supervivencia. Sabe proveerse de un mínimo de alimentos, acata un mínimo de prudencia, esquiva ciertos riesgos evitables. Entonces, ¿por qué un día como hoy decide salir a interactuar con el mundo si apenas se puede tener parado? ¿Qué necesidad tiene de treparse y ponerse en riesgo de morir de un paro cardiaco por la presión que ejerce la multitud sobre sí misma? ¿No recuerda por culpa del Alzheimer cómo sobrevivir? ¿No tiene el coraje para suicidarse solo en la intimidad de su casa? ¿Cree que la inmortalidad fluye por sus venas? Porque si es así nadie lo acompaña en su fe.

Paula, la chica trans que sube en el metrobus del km.29 tiene el cuero curtido de mil discriminaciones, centenares de cagadas a palos, decenas de boludeadas por parte de la policía, quizás violaciones y abusos. ¿Tiene necesidad de salir hoy más semidesnuda que de costumbre? Hace más frío, hay más gente, menos colectivos, la monada está enojada. Le van a decir algo -y se lo dicen-. Le van a tocar el culo -y se lo tocan-. Le van a predicar el Evangelio -y una vieja le predica un evangelio no reconocido por la Iglesia Católica. No ayuda que se emperre a su identidad hablando por teléfono a los gritos contando las pijas que se chupó el fin de semana. No, no ayuda.

Laferrere. Primero en la fila. Silla de ruedas y valija. ¿En serio, amigo? ¿Hoy? ¿Justo hoy? Te tocó una baraja marcada, los dados están cargados, el crupier del universo tiene algo en contra tuyo ¿Por qué tirar tanto de la cuerda? Si ya sabés que el mundo fue construido en contra tuya ¿por qué volver a experimentarlo en toda su crudeza justo hoy que nadie te va a tirar una cuerda? ¿Qué pasó? ¿El horóscopo te dijo que hoy iba a ser el primer día de un mundo diferente, más justo y más fraterno? Pedí que te devuelvan la guita, pá, te estafaron.

Dos tipos, a las puteadas delante de mí. Uno apenas si llega a la baranda del techo. Los están matando a codazos porque no tienen el buen tino de acomodarse como corresponde. Tienen unos bolsos repletos de herramientas. Dicen que viajamos como negros, que nos comportamos como negros, que nos merecemos este gobierno de negros. Alguien les grita desde el fondo que sí tanto se creen por qué no tienen auto. Responden que unos negros les robaron las ruedas del rastrojero y que ahora tienen que viajar así. Ninguno de los dos pasaría por blanco en Nigeria.

Intenté que mí jefe, el Estado Nacional, me evitará viajar. Trabajo desde casa, le dije; que se ahorraba la luz, el agua, mi cara de culo, le dije. Me contestó que un señor multimillonario que planta soja mutante está desesperado por ser aún más multimillonario con su soja con más tentáculos que los de la competencia y que tengo que ir para emprolijarle los papeles.

Si en el 2013 me hubiesen elegido Papa, le hubiese cantado las 40 al pelotudo de dios y san se acabó; pero claro, los señoritos eligieron al palurdo ese de Francisco. Ahora nos jodemos todos.