Por razones que no vienen al caso me encuentro leyendo sobre Ono no Komachi, una poeta de la edad media japonesa (circa 900 d.c). A mi lado viaja una chica escuchando músicas alegres del trópico a todo cuanto puede dar el volumen de sus auriculares y moviendo la cabeza en cada compás.
Frente a ambos va parado un urs de dos metros con un buzo negro con la frase “Effortless Regurgitation of Bright Red Blood”, por lo que llego a entender, el nombre de una banda llamada Regurgiate. La estética es grindcore -un metal recontra pesado y pasado de merca- cultivado sólo por especialistas de ese tipo de delicatessen musicales. El tipo también lleva auriculares pero no se escucha nada. Sin embargo también parece estar escuchando las músicas alegres del trópico. Mira fijo a la chica. Ella no se se da cuenta. La mira con algo que imagino es odio aunque cabe la posibilidad que sea simple extrañamiento.
En un momento nuestras miradas se cruzan. Ninguno hace el menor gesto de complicidad. Trato de enfrascarme en mi lectura freak pero no hay caso. No hay clima de lectura. Me coloco mis propios auriculares y a un volumen respetable le doy play a un compilado de Laura Pausini. Se que no se escucha pero el metalero automáticamente se da vuelta y nos da la espalda a la chica y a mi como si percibiera las ondas sonoras incompatibles. No se por qué se ofende, de todas maneras los tres iremos al infierno.