Subo al 96 de pronto flash, la chica del bikini…Kant. Si, Kant, el oscuro, el tipo que nunca salió de su ciudad, el tipo que teorizó el deber moral como nadie, el que habló de todo con una complejidad que parece una cargada. Subo y pienso en Kant o al menos lo poco que entendí de Kant ante el impacto de lo que una vez más se revela como un fenómeno misterioso.

El colectivo es largo, aproximadamente entre 11 a 13 metros. 3 de ancho, 3 de alto. Supongamos en el mejor de los casos 30 asientos en las unidades más nuevas que ocupan poco menos de un metro cuadrado. Supongamos que la superficie total es de 39/40 metros. Habría que ajustar las cuentas o volver a hacer el secundario pero digamos que quedan 10 metros cuadrados libres para que, los que no se sentaron, se distribuyan como puedan. En el conurbano la gente tiene el cuero duro, así que si las buenas costumbres indican que el espacio personal de un individuo es un metro cuadrado…que va, metemos 5 tipos y a cagarse. La gente tiene que quererse más.

Pero el fenómeno, curiosamente es otro; no ya cómo ingresan más personas en un colectivo que las que geométricamente caben en él sino el modo en que éstas se posicionan en el espacio.

Kant decía que el nóumeno es inalcanzable, incognoscible, que aquello que es el Ser despojado de sus determinaciones nos ha sido vedado por el tamiz que las categorías mentales humanas le imponen. No dice exactamente eso pero supongamos que una vulgata de vuelo bajito se puede permitir una reseña semejante. Ahora bien, Kant también decía que del noúmeno solo conocemos y percibimos sus manifestaciones, el fenómeno, la forma en que el Ser se nos muestra.

Nunca sabremos, entonces, las razones últimas, el ser verdadero de por qué los pasajeros al subir al colectivo se quedan parados en la trompa de la unidad y no pasan hacia el fondo. Nunca sabremos a ciencia cierta por qué el pasajero promedio es un oligofrénico que no camina unos metros más y se acomoda en otro lugar que no sea justo en el medio del pasillo, con la mochila puesta cuando atrás entra cómoda toda la barra brava de Almirante Brown; por qué dificulta el ingreso de los que suben, por qué sigue reproduciéndose si es el eslabón más precario de la cadena evolutiva.

El fenómeno, la manifestación de una oscura naturaleza puede que se nos escape pero no nos impide pensar que hay algo de supina estupidez, cándido egoísmo y una vocación por morir en un campo de concentración; como mis parientes, que por suerte sólo se fumaron a los nazis y no a estos hijos de puta, como yo.