En el conurbano sabemos de emprendedurismo porque si no emprendés algo, no comés. Albañilería, costura, mecánica o un asalto a mano armada seguido de muerte, lo importante es que la patrona esté contenta y los pibes en la escuela. Por eso desde hace unos cuantos meses un vecino se puso una parrillita junto a la ruta. Patinesa, morcipán, superpancho. Chipa, tortilla santiagueña, churros rellenos, pastelitos y locro en días festivos. Está siempre, primavera, verano, otoño, invierno y otra vez primavera. Todos los días de 7 a 23 porque si vos tenés que correr la coneja, te aviso: no sos el único.

La cagada es que justo puso la parrilla junto a la parada del bondi y a las 9 de la mañana te baña con el olor a carbón. El humo blanco, cuando no hay viento, se vuelve una niebla espesa y la ruta se vuelve un suburbio de Londres o de Silent Hill. El tipo, buscando una decoración que hiciera juego con el barrio, plantó dos palmeras caribeñas que desde siempre tienen pinta de que les falta una regada potente. La sed no les impide tapar el campo de visión con sus hojas largas así que te enterás que viene tu bondi cuando ya lo tenés encima. Para colmos, puso un cartel doble, de chapa negra con el que anuncia productos y precios. Están escritos con tiza y a fuerza de escribir y borrar, escribir y borrar, no es más que una mancha blancuzca con líneas garabateadas. Los colectiveros aprovechan para no pararte porque cualquier excusa es buena para ser un hijo de puta. Hace unos días uno nos dejó de garpe a mí y a otra veintena de infelices y un viejo le dijo a alguien “voy a venir de madrugada con un machete y le voy a cortar esos yuyos de mierda”. Dios le de vida para hacerlo. Aunque dudo que lo logre. No paraba de toser, no usaba barbijo y fumaba un toscano que más que toscano era un gamexane.

El de la parrilla a veces usa tapabocas. Una vez tenía uno negro con letras negras surcidas que decía “el maestro te llama” pero por lo general no lo usa. Como la parrilla está literalmente a menos de medio metro de la ruta usa la vereda de la dársena del bondi para apoyar una parte del mostrador. Los que le compran estacionan, bajan la ventanilla, le gritan lo que quieren. El tipo envuelve, pongamosle, una patinesa y se lo revolea al mismo tiempo que el del auto le avienta un par de billetes hechos un bollito para darle masa inercial. A unos metros el tipo tiene un local de donde trae los productos que va necesitando durante el día. Fue kiosko, remisera, heladería, laverap, ferretería, ciber, casa de tarot y peluquería. Ahora, depósito de comestibles.

Una vez, cerca del mediodía, llegué a la parada y había varias personas frente a la parrilla, como esperando algo. El tipo no estaba. Había humo de carbón. Se veía también la pava del mate a media hornalla, unos tupperware, una caja de sal entrefina. De pronto, el tipo salió del local con un enorme corte de carne que le ocupaba los dos brazos. Lo llevaba como quien carga el santo sudario, con admiración, recogimiento, respeto. Cruzó la callecita de tierra que lo separaba de la parrillita y se lo mostró a los que esperaban. Lo aplaudieron. No entendí muy bien por qué.

Hoy, como no podía ser de otro modo, estaba. Tenía alrededor tres gallinas y un pato. Nos los había visto nunca. El pato chapoteaba entre los charcos y el barro. Cada tanto, el tipo, metía la mano en un frasco y les tiraba maíz. El pato, negro, mugroso, graznaba y se peleaba con las gallinas por los granos. Una nenita de unos 4 años que estaba con la abuela, se le acercó para acariciarlo pero el pato la sacó cagando. La nena se puso a llorar y la abuela le dijo “yo te avisé”. El pato, mitad por aprovechar el sol, mitad por orgullo, altivo y señorial, extendía sus alas. Estaba lejos de parecer un albatros y como pato era más bien chicón y falto de alimento pero era un lindo pato. Después de media vida, llegó el bondi. Me fui.

A la noche, al volver, bajo en la parada que está en frente, del otro lado de la ruta. Es tarde y todavía hay humo en el ambiente, ese que queda cuando las brasas se están apagando. El tipo no está. El local está cerrado. En el cartel se puede leer “Hoy pato. Pollo 2×1”.