Llueve. No es un torrente pero cae con insistencia. El refugio es diminuto y es casi una cargada que se llame así porque los diez infelices que nos apretujamos bajo ese techito de morondanga nos estamos mojando padre. No recuerdo haber visto jamás a los otros. El barbijo que usan algunos tampoco ayuda.

Los dos que tengo a tiro hablan de un vecino que se suicidó. No había escuchado nada. Presto atención. Dicen que nadie se lo esperaba. Que lo encontró un amigo de la familia que pasó hasta el fondo a buscar un cajón de cerveza y lo vió ahí, ya finado. No consigo saber cómo se mató el suicidado. Los tipos parece que lo dan por sabido. Dicen más o menos lo que se dice siempre: que la cara del tipo transmitía paz. Uno dice, textualmente, “Julio, que salió de testigo cuando apareció la cana, dijo que tenía la misma cara del padre cuando llegaba hecho mierda de la zafra y se tiraba a dormir”. Alta imagen, la de alguien partido de cansancio que se tira a una siesta larga, de esas que duran la eternidad y un día.

Siguen con los lugares comunes, van enumerando todas las desgracias más o menos sabidas que el tipo vivió en sus últimos años. Muerte de parientes, falta de guita, mal de amores, un equipo que siempre gambetéa el descenso, que tomaba mucho. Uno dice que no se justifica, que qué pelotudo, que Dios aprieta pero no ahorca, que la esperanza es lo último que se pierde, que para qué hacerle pasar ese momento a la familia. El otro parece algo más comprensivo. Dice que si hubiese aceptado la palabra de Cristo eso no pasaba pero que a veces hay quien no está preparado para recibirla, que es una pena porque era una buena persona y que habiendo tanta gente que merece morirse que justo fuera él, tan trabajador, tan sacrificado, no parece justo pero que el señor es misterioso.

Eso es lo malo de los aleluyos, valoran las peores virtudes de la gente.

Pienso en el tipo durante dos minutos reloj. Al fin y al cabo no lo conocía. Pero fantaseo que esperaba el bondi en el mismo lugar, que también la lluvia lo mojaba como a mí y que por ahí compartíamos cierta sensación de desamparo estando en medio de la gente que se apila para no mojarse. Me deja un mal sabor en la boca enterarme de este muerto desconocido. Me pone de mal humor. Hubiese preferido no saber por quién doblan las campanas porque, al fin y al cabo, siempre doblan por uno. Sí, sí, ya sé que es una expresión pelotuda pero no deja de ser cierta. Las cosas que le pasaron al tipo no son distintas que las que me pasan a mí o a cualquiera. Y a veces se vuelve finita la medianera que separa el terreno del aguante del terreno del chumbazo.

Ahora llueve fuerte. Cada vez nos apretamos más los unos a los otros como si eso nos fuera a proteger del aguacero pero es inútil. Hay dos o tres que amagan con abrir el paraguas pero se lo meten en el orto porque el viento se los da vuelta. Uno putea y lo revolea con bronca. Cae semi abierto en medio de la ruta y cuando lo aplasta un camión que pasa a mil por hora saltan unos alambrecitos para todas partes que podrían sacarle un ojo a cualquiera.

Alguien dice que por allá viene el 96. Lo señala y todo. Lo miramos entre el cortinado de agua, como si fuera un barco que te va a sacar de una costa infecta, como si fuera una esperanza que está ahí nomás de concretarse, como si fuera mamá o papá que prende la luz cuando sos pibe y estás cagado de miedo en mitad de la madrugada. Lo señala. El 96 se acerca. Parece que, incluso, viene medio vacío. Nos preparamos. Le hacemos la seña. Tiro el último pucho del paquete recién prendido para calentar las tripas. Ya está, ya llega, ya dejamos de mojarnos. Vamos a estar secos en cualquier momento y vamos a viajar hasta el trabajo para hacer diligentemente lo que hacemos siempre a cambio de chaucha y palito y la vida va a estar en su lugar, como corresponde a los que se sacrifican por la gloria de la patria, la familia y el amor.

No para. Nos deja de garpe.

Sin decir palabra mando al mundo, a la esperanza, a los aleluyos, a dios, a la recalcada reconcha de su madre.

Me vuelvo a mi casa.

-Hizo bien el tipo -me digo- hizo bien.