Ya lo tengo calado al hijoeputa. Siempre lo mismo. Al principio no le sacaba la ficha, no entendía, pensaba que pasaba otra cosa detrás pero no. Es de forro. Lo hace desde hace años.
Parada, sea la hora que fuere. Llueva, truene o el sol te cocine la entrepierna. Mañana, tarde, noche. Gobierne Néstor, Cristina, Cristina en modo viuda, Pinedo, el gato de Schrödinger o el pelotudo del tío Alberto que no la mete ni frente al arco vacío. Lo hace igual.
Estás en la parada y tarde o temprano te lo cruzás o mejor dicho, él te cruza a vos. Camión Mercedes Benz del año del ñaupa. Destartalado. Oxidado. Altísimo. La caja está toda picada y tiene agujeros en distintos puntos. A veces lleva cascotes, otras, huesos y grasa. Alguna vez lo ví repleto de botellas de plástico y otras con fardos de pasto. Cómo dicen los fierreros, el motor le fuma, que es lo mismo que decir que del escape sale un humo espeso y blanco que huele a aceite quemado y una vez en el aire no se va más.
Estás ahí, distraído, y lo hace. Toca bocina. Es un toque nomás. Dos o tres segundos a lo sumo pero te descajeta la vida. Te vibra hasta el pasado. Debe ser lo único que funciona de todo ese armatoste indigno a la vista. No falla nunca. Pasa por ahí ¡pum! Bocinazo.
Cuando viajás en horarios distintos por ahí no lo notás. Tardás en encontrar el patrón pero a fuerza de vivir siempre en el mismo lugar y tomar el bondi en el mismo punto perdido de dios tarde o temprano fichás la regularidad. Los piguyis beneficios de no progresar en la vida, dicen.
Al principio, se lo atribuía a toda una variedad posible de fenómenos conurbanos. Mina linda en los alrededores, bocinazo. Tipo con remera de club mayoritario tipo River o Boca, bocinazo. Tipo con remera de club de segunda o tercera división de la zona tipo Deportivo Laferrere o Midland, bocinazo. Conocido, pariente, amigo del primario esperando el bondi, bocinazo.
A diferencia de ciertas zonas de la ciudad de buenos aires dónde la gente cruza cuando el semáforo se lo indica, pongámosle, avenida Los Incas y Triunvirato, en Kathan city la gente cruza la ruta cuando quiere haya o no indicación que la habilite. Los conductores, también. Unos porque se creen inmortales y los otros porque saben que si frenan capaz que los afanan o los que vienen atrás los tratan de pito-corto y domingueros. Esa era otra hipótesis: tocaba bocina para evitar amasijar a alguien. No porque con ese cacharro pudiese manejar a una velocidad imprudente. No debe ir a más de 60. Lo más probable es que, de pisar a alguien, la víctima muera de tétanos. No, no es por eso. No toca bocina por ninguna de esas razones. No hay minas, no hay seguidores de ningún equipo, no hay nadie en las inmediaciones ni nadie cruza la ruta, ni el perro más pulgoso. Nadie lo quiere afanar, nadie quiere dejarle volantes ofreciéndole empanadas o prometiéndole un amarre de amor infalible con el pai umbanda del barrio ni créditos a sola firma para cambiar esa poronga de camión por un cuatriciclo manejado por Pampita en malla. No. No es por eso.
El tipo te chanta un bocinazo que te cagás encima de puro mierda que es, porque sí, porque le divierte, porque como los colectiveros que no te abren cuando van vacíos o los autos que pasan a propósito por el charco para empaparte, él disfruta haciendote cagar los tímpanos.
Nunca le vi la cara. Los vidrios llevan un polarizado que en algunas zonas del parabrisas parece arrancado con los dientes pero aún así el interior es un misterio. Sin mucho esfuerzo recuerda a esas películas de los años 70 en donde uno o dos incautos perdidos en una ruta interestatal del desierto se cruzan con un vehículo ominoso, manejado por un asesino serial o por el mismo Lucifer que los persigue hasta que mueren, se vuelven locos o llegan a un prostíbulo lleno de vampiros. Supongo que la cosa va por ahí. El que maneja es un Satán medio chambón, de esos que hacen chistes boludos del tipo “¿Sabés cómo cogen los marcianos?” O “Jaimito va a la casa de la maestra a escuchar la radio…”.
También puede ser que el señor sea un tipo normal y nomás tenga algún problema de sociopatía más o menos funcional y que la ficha le salte por ahí; que guste de tocar bocina cuando pasa por ese punto en particular del mundo porque lo inspira o le trae el recuerdo de un amor lejano y, para evitar que se desvanezca entre las neblinas del tiempo, le tira un bocinazo agudo y taladrante para recordarle al señor del cosmos que él aún recuerda, qué él está ahí, como un faro, o como un hito para no dejar que el olvido se lo coma todo. Pero no creo.
No, no debe ser por eso. Estoy seguro.