¿Quién te va a llamar si todos llevan una sonrisa en su cara? ¿Quién te va a llamar si hasta el canto libre de los barriletes te tiñe la mirada de agua? ¿Quién recordará tu nombre para celebrar el vino y se dolerá de tu ausencia cuando ya no ocupes lugar alguno en mesa alguna? ¿Quién leerá lo que escribiste y mirará lo que pintaste y pensará en lo que pensaste cuando al fin logres el cometido de tus actos y te vuelvas mudo, piedra, tierra y circunstancia?
Mientras viajan, y gozan y alcanzan sus sueños dorados en las cúspides incandecentes de la dicha no hay nadie en esta vida que mire hacia atrás. Volverse sal no es negocio. Allá no hay más que lluvias de verano y golpes en la puerta para invitar a jugar el juego de a dos y del abrazo. Allá, más allá de las fronteras de la desilusión y del hambre, donde no llega la mirada de los perdedores, allá, allá no hay una vela para quien fue dejado atrás.
Mirarán hacia adelante y acaso a veces sentirán tu mirada en la imprecisión del sueño. Una canción triste te llevará hacia ellos, un gesto, un objeto abandonado en el desierto de las muchedumbres. Y así, con la misma fortuna del que nace, morirás para ellos y serás años, ceniza, tachón en una agenda y olvido.
¿Quién te va a llamar para que bebas del perdón y de la gracia y con mano firme gobiernes al fin las mareas y los mares? Nadie amigx, nadie. Recuerda eso.