Hay mucho subnormal en las redes que hace mención a las barbaridades que dijo Cristina Fernández sobre los maestros como argumento para avalar las barbaridades que dijo Mauricio Macri sobre ellos. Esa polarización reactiva solo es útil para la imaginación con capacidades diferentes de los muyahidines de uno y otro bando. Macri propone con fines electorales “nosotros, el presente, o ellos, el pasado”; los kirchneristas postulan “nosotros, el pasado reciente o ellos, el presente con aires de década de los 90”.
Ambos cometen un error sustancial: reducir La Política a la gestión, creativa si se quiere, del conflicto social en tiempo real, en presente continuo. Ahora, ahora, ahora, por culpa del ayer.
Olvidan -de la política- su componente más novedoso, aquello que la hace algo más que simple ejercicio del poder: su fasceta pedagógica. El legislador, el gobernante, es un pedagogo, un educador, aquel que toma la materia in-formada y le da forma al futuro en el marco de las potencialidades que posea la materia (el niño, el ciudadano, el consumidor, la sociedad, el mercado).
La educación, tal y como es entendida en el sentido común más elemental, lo que intenta es, además de dotar de cierto tipo de contenidos al conocimiento, incentivar el pensamiento crítico. Después charlemos si lo logra o no o si es tan solo un speech, la cosa es que dice que pretende eso.
No hay educación posible, ni actividad pedagógica alguna si se reduce cualquier reflexión al pensamiento binario, negro/blanco, si/no, hombre/mujer, derecha/izquierda, macrismo/kirchnerismo como si alguna de esas instancias representara alguna vez la pureza de la verdad revelada.
Ambas instancias taradúpidas se olvidan (y se olvidaron) de gestionar el conflicto con miras a un futuro capaz de prestar atención a la escala de grises que está entre la miseria más indigente y la riqueza más obsena.
No es que nadie piensa en los niños o nadie piensa en el futuro. Piensan en ellos, sí, pero como en cotos de caza electoral. El resto es chamuyo.