Sadako

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Tren Roca mano a capital. Pego asiento al lado de un trajeado que lleva un ramo de rosas rojas que debe valer un potosí. En alguna estación entre Bernal y Sarandí sube un chabón con una especie de changuito tuneado. Lleva un parlantito chico, pero pulenta, con lucecitas de colores. Entra al vagón al grito de

-Vamos a romperla, chiques.- Y empieza a cantar como si estuviese solo en la ducha de una casa en mitad del desierto de Negev.

Crianzas

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Como no siento mucho aprecio por la condición humana la cosa medioambiental no me traba el sueño. Eso sí, la mugre te la combato por una cuestión de decoro así que si masco un chicle o me fumo un pucho me guardo los restos en el bolsillo. A la larga es peor el remedio que la enfermedad porque los bolsillos del saco acaban por ser un reservorio de sustancias indecibles que van combinándose entre ellas y generando su propio medio ambiente. Eso es lo que encuentra el punga de no más de 14 años que intenta zarparme algo en el tren Roca. El vagón explota. Nos hicieron bajar de dos formaciones que por desperfectos de algún tipo no salían. Una infradotada dice que son los coletazos de Mercurio retrógrado que terminó la semana pasada pero que no se quiere ir.