Llego a la parada y se que va a ser un día arduo. Tres viejas. Una lleva 3 nenes de la mano. Otra se sorbe los mocos y escupe mocos verdosos ahí nomás de los zapatos de los otros. Una ultra obesa en bastón. Una mujer le revisa los piojos a su hijo. El colectivo tarda media hora en llegar. Cuando aparece viene hasta las bolas. Hay que ayudar a la ultra obesa a subir. Somos dos empujando, yo y un viejo con buena voluntad que no está en condiciones de empujar ni la cortina del baño y estorba más de lo que aporta. Apenas la movemos. Subo. Colectivero, mala onda. Me apoyo en un rincón que no es cómodo pero suma. Las veo de reojo. Dos embarazadas.

Sentadas una al lado de la otra. No vienen juntas. Una se abanica con una hoja. Antes de llegar al centro de Kathan city se desvanece. Griterío. El chofer sigue unos metros hasta la parada y en lugar de llevarla a la salita Jorge Rafael Auschwitz que tenemos en la zona, se queda ahí. La puta madre. La segunda embarazada le pregunta a la moribunda:
-¿Venís sola?
-Si.
-¿Tenés agua?
-No. Alguien le acerca.
-¿Tomás algún remedio?
-Sí, pero no traje nada.
-¿A dónde vas?
-A Lafe, a lo de una amiga.
-¿Hace mucho que te sentís mal?- Le pregunta una vieja -porque tenes una ojeras gigantes, mihijita-.
-Hace un par de días.
El chófer mala onda ve la oportunidad y se corta. Es lindo día para no hacer un carajo. He aquí una variante rara del principio de incertumbre de Heisenberg: unos se dan una noche de jarana sexual y eso impacta en mi sueldo. Chauuuu pago por presentismo, algún día nos vamos a conocer.

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Abajo todos, a esperar media hora más. La otra embarazada se baja a las puteadas y le dice a una vieja que no se puede salir así, que la mina es una imprudente, que no tenía ni una mochila ni nada. Está indignadísima. La vieja le da la razón. Dice que no sólo se pone en riesgo a ella sino también a la criatura, y le caga la vida a la gente que quiere ir a laburar, que uno se tiene que hacer responsable de sus elecciones. Viene otro bondi. Cuando sube lo primero que hace es reclamar el asiento para ella inflando más su propia panza y poniendo una cara de agobio que abajo, ciertamente, no tenía.

Voy apilado en los montones con dos tipos con un olor a chivo que me raspa la garganta.

Pongo en los auriculares el metal más ultra recontra super pesado para ver si me doy ánimos y los mató a todos. No hay caso. Soy un cagón. Tengo ganas de llorar.