Viernes por la noche. La fila estalla. El ambiente no está caldeado pero podría estarlo. A veces basta tan solo una chispa. Bien lo saben los bosques y los gobiernos de derecha.
Subo. Soy el último en sentarme. Me queda el primer asiento, lado pasillo. Ninguna embarazada a la vista, nadie con chicos; tampoco viejos rotos. Por dentro ruego a los dioses que en las otras dos paradas que faltan antes de la autopista no suba nadie que me reclame el asiento. El colectivo va tan lleno que se desvía para no pasar por una de las paradas. En la otra se detiene pero no abre la puerta. El chofer se hace el boludo. Mira de reojo a la multitud. Uno de los de abajo arroja una botella de gaseosa abierta contra la puerta. Mientras arranca veo el menjunje de agua azucarada y tierra chorreando por el vidrio. Uno que va junto al chofer saca una lata de cerveza y la abre. El chofer le dice que no puede hacer eso, que lo compromete. -Uh, disculpá, le dice y se baja la lata de medio litro en un fondo blanco admirable. Pide permiso y tira la lata por la ventanilla en mitad de la autopista.
Media vida después salimos de la Richieri, pasamos por Ciudad Evita, bajan 3 suben 15. Poco antes del centro de Laferrere empieza el griterío entre 2 borrachines y una mujer. El timbre de la puerta de atrás comienza a sonar. No se entiende muy bien cuál es problema. Me saco los auriculares. Los pasajeros le gritan a los borrachines que ahí no hay parada, que es un servicio semirrápido, que no rompan más las bolas. El chofer para en mitad de la ruta. La miríada de vehículos que tenemos detrás arrancan con su sinfonía. Parece que uno de los borrachines empujó a la mujer que les grita. Hay un tumulto que impacta sobre todos como si fuera la ola de los conciertos. Alguien le grita al chofer que no pare en la estación, que vaya directo a la comisaría. Los que se quieren bajar putean. La mujer se trenza a golpes con los borrachos. Les da un par de toques de sorpresa y los tipos quedan turulos. Llegamos a la puerta de la comisaría. Como no sale nadie la gente abre las ventanillas y empieza a gritar. El chofer toca la bocina. Pasan 5 minutos antes de que salga un policía con cara de haber cumplido 19 la semana pasada. Desde arriba le explican lo que pasa y el agente pone cara de que se pierde la pizza. Son las 11 de la noche y todos tenemos hambre. Se abren las puertas. Bajan la mujer, los borrachos y un par más que participaron de la secuencia. De atrás se escucha que le gritan al chofer -Flaco, mirá que te hicieron concha un vidrio a patadas. -Puta madre, dice y agrega, miren que no sigo, eh, tengo que hacer la denuncia-. Ahora sí el griterío es generalizado. Un grupo putea a los borrachos, otro grupo putea al que le avisó al chofer lo del vidrio. Mientras bajamos un par comienzan a preguntarse cómo seguir viaje. Hay que caminar 5 cuadras por Laferrere hasta la estación, un viernes a la noche, algo que solo los valientes hacen sin temor. Luego está la pregunta principal, cómo hacerle entender al chofer del próximo colectivo que no hay que pagar el pasaje debido al incidente y eso en caso de tener la suerte de que venga uno y nos pare.
Aparecen dos mujeres policías a darle una mano al otro. Ahí puedo verlos bien. Son dos estropicios sociales pasados de bebida y paco. La mujer que les pegó les grita que por su culpa va a tardar en llegar a su casa. Salió a las 8 de laburar, tuvo que dejar pasar 2 colectivos y ahora llega, seguro, a la 1 de la madrugada. Les da carterazos y los escupe. Nadie se lo impide. El pibito policía está más preocupado en twittear que en palparlos de armas.
Empiezo el peregrinaje a la estación. Llego. Hay 160 personas para viajar. La gente putea. Aparece el último tren a Kathan city. Cual horda primitiva la mayoría sale corriendo. Algunos putean contra los trenes nuevos porque en estos no se puede subir por la ventana. Prefiero no seguirlos y tentar a la suerte esperando el bondi. A los 20 minutos aparece. Con un par hacemos el intento de explicarle al chofer lo sucedido pero con un ademán nos da a entender que le chupa un huevo y que pasemos.
Me acomodo. Tardo otra media hora en llegar. No puedo agradecer más que eso.