180, mano provincia, que es la forma fácil de decir que me tomé el cartel verde que pasa por Laferrere Town. Sale de Caballito, José María Moreno y Pedro Goyena. Junto al murallón del edificio de Aguas Argentinas. Lo espero media hora. Llega, tiene aire pero como no le limpian nunca los filtros el ambiente huele a trapo de piso viejo, húmedo y podrido. No hay poronga que nos venga bien.
Unos que suben atrás mío musicalizan el viaje con un disco en vivo de Leo Matiolli a todo lo que da en su teléfono.
Voy en el último asiento de la fila individual, allí donde no tienen poder los usurpadores de asientos. Me duermo antes de llegar a Primera Junta. En un momento me despierta un grito. Medio dormido, medio cagado en las patas y medio babeado abro los ojos. El bondi se llenó a morir. El grito viene de la mina que tengo parada al lado. Viene peleándose con su pareja, un tipo morrocotudo, de gorrita. Le faltan unos dientes en el comedor. La mina también es gruesita. El grito fue
-¡No me hablés más!
El tipo le pregunta que por qué se pone así si lo que él dice es cierto
-Antes de estar con vos yo no lo hacía.- Nunca me entero qué es lo que no hacía pero solo basta eso para que la mina lo raje a puteadas delante de todo el bondi.
El tipo, en lugar se llamar a la concordia guardando silencio le sigue preguntando qué le pasa, qué por qué grita así. Habla patinoso pero no parece en pedo. La mina está sacada.
-¿Cómo me vas a decir eso? ¡No me hablés más, no te quiero escuchar!
Los que escuchaban Leo Matiolli ahora escuchan a Los Ángeles Azules. No sé qué pasó mientras dormía pero ahora suena más fuerte y más latoso. La monada no le presta atención a la discusión del par que tengo al lado. Para defenderse conversan entre ellos a los gritos. Al bondi le falta mantenimiento y como estoy casi sentado sobre el motor el quilombo y el calor es zarpado.
La mina enojada y el chabón están empapados de transpiración, igual que yo, solo que ella tiene pollera y él bermudas.
Vamos por la zona donde están las fábricas de paco, sobre Crovara, entre camino de cintura y Cristianía. Barrio Almafuerte se llama. ¿Vieron que hay lugares de los que decimos que están donde el diablo perdió el poncho? Ahí no lo perdió, se lo afanaron cuando fue a comprar falopa, lo cagaron a palos y no lo violaron de chiripa.
El tipo insiste en hablar con la mina. Por alguna razón cree que hablándole calmado se va a tranquilizar. Eso la enerva más. Él insiste que no fue donde ella dice que fue, ni hizo lo que ella dice que hizo. La mina grita y hasta en un momento patalea cual nenita empacada. Paf! Paf! Paf! Patea contra el piso y retumba en todo el bondi. El colectivero la mira por el espejo retrovisor con cara de pocos amigos pero no dice nada.
El tipo dice que no la entiende y ella le recrimina que cómo no la va a entender si lo que dice está clarito.
-No puede ser que no te des cuenta solo-
Ahhhh, viene por ahí. El famoso reclamo parapsicológico. Todas las parejas pasan por eso. Uno de los dos espera que el otro tenga revelaciones trascendentes, iluminaciones cósmicas sobre lo que él otro piensa, desea y quiere con un grado de precisión computacional. Algo así como si el amor fuera un nexo que vuelve al otro transparente. Una pelotudez barata hija de las novelas de la tarde y las comedias románticas de Julia Roberts y Hugh Grant. El otro Nostradamus, el otro como adivino de mí. Si me dieran $1 por cada vez que esa pretensión me la hizo parir tendría para pagar las deudas con la tarjeta. Pero nadie me regala nada.
Ella grita y grita y él es un boludo que no cierra el orto.
-Tengo razón, tengo razón-insiste él.
-No me hablés, forro, te dije que no me hablés más, ¿no entendés? Claro, nunca entendés nada.
Ya no puedo dormirme. Fantaseo con sacar la trincheta que tengo en la mochila y darles un facazo, seguro de que la humanidad no sufriría pérdida alguna. Al contrario, lo pienso como un aporte a la condición humana, como el conatus de Baruj Spinoza pero bien.
Se bajan en la segunda después de agarrar Cristianía. Le siguen los cumbianchas. Me quedan 10 minutos antes del metrobus del 29. Me chorearon media hora de sueño.