Viajar se viaja en todos los horarios. Si los colectivos no fueran tan pero tan chotos se viajaría igual de mal a las 3 de la mañana, que es la única hora en la que las líneas de colectivo pueden decir que no tienen quejas, porque no tienen servicios en las zonas en las que realmente serían útiles. De nada sirve un bondi que pase cada media hora por Billinghurst y Guardia Vieja si hay taxis, Uber, cajeros, hospitales y policías cada tres cuadras. Ahora, un bondi en la plaza de la estación Mendeville del Belgrano Sur a las 2 de la matina para ir a pegar una salita de primeros auxilios es tan de ciencia ficción como el tren bala a Rosario de Cristina y Nestor, dios lo tenga en la gloria y no lo suelte.

Sin embargo, si bien se viaja como el ojete en todos los horarios, la composición de la masa viajante es distinta. Varía el género, la edad, la clase social, el tipo de laburo que vas a realizar. Si vivís en Berazategui y pegaste un laburo de albañil en Hurlingam lo más probable es que tengas que levantarte con los primeros alaridos del gallo del vecino. Si recién pariste a una criatura y lo tenés que llevar al médico capaz que no lo sacás en invierno a la 6 de la mañana, sino que -si podés esperar- salís un poco más tarde. ¿Se entiende, no?

Hace algunos años una ex herida de jipismo me reclamaba que cuando contaba lo que veía en el bondi, las protagonistas de las cosas más bizarras eran mujeres. Tenía razón. Afilado su ojo antropológico, había notado algo que a mí se me pasaba: que la mayoría de las cosas que cuento acerca de lo que veo tienen como personajes principales a mujeres. Viejas, jóvenes, más centradas, en plan barrilete. No importa. Mujeres. Claro que cuento cosas con hombres, pero en menor medida.

Había, en eso que ella me hacía notar, una suerte de acusación de misoginia o de machismo encubierto, no consciente o algo parecido. Tengo algún argumento en mi defensa.

Como bien sabrán quienes viajan para ir a trabajar, hay horas picos y horas que no lo son. Y aun al interior de esos horarios hay clasificaciones. No es lo mismo la hora pico de las 5 de la matina que la de las 7:30. Mientras más temprano es menor la cantidad de mujeres en el transporte público. Se ve por la noche también. Mientras más tarde, menos mujeres.

Mis crónicas -si es que se les puede decir de ese modo- surgieron en una época en la que empecé a viajar más tarde de lo que me tenían acostumbrado mis desventuras laborales. Fue ahí cuando empecé a compartir viajes con una cantidad de mujeres mayor, en un horario en donde el grueso de la gente ya está más despabilado y el horror de la vida en sociedad ya les cagó el optimismo mañanero. De madrugada la monada no es tan escandalosa. El sueño disciplina. Si surge un problema se cagan a palos y listo. Tampoco es muy habitual. Cualquiera diría que a las 5 el bondi pasa vacío. Error, hasta la recontra santa pija pasa. No hay lugar ni para respirar. Así es cuando vivís en zonas donde al diablo le da cagazo caminar. No es que dios nos olvidó. No nos creó él. Ya estábamos de antes.

Volviendo, las mujeres parecen ser más elocuentes a media mañana, más combativas, y si cargan pibes no las mirés mal porque te la cortan. Entonces es eso lo que me toca ver. No sé si es culpa de la cultura falopatriarcal, cis-heteronormativa que me caga la mirada o le caga la conducta a la gente, pero posta que son las mujeres las que más se agreden entre sí en el colectivo. Ahora se le plantan más a los hombres pero la ferocidad con la que se masacran las unas a las otras es de temer. Algunas dan más miedo que la policía.

También, con argumentos parecidos, podría defenderme de las críticas que yo mismo me hago con respecto a por qué siempre cuento cosas que les pasan a los pobres…y…¡porque soy pobre y viajo con pobres! Si viviera en Recoleta o Puerto Madero describiría las desventuras de gente que viaja en bondis que pasan a horario con aire acondicionado y calefacción o habría más historietas en subtes o en uber. Pero no. Es lo que hay. Y ya es bastante.