En el 96 la monada pivotea entre la desconfianza y el me chupa un huevo. Por ahí porque estamos más curtidos que el ciudadano idealizado de TN. A fuerza de sobrevivir al agua contaminada de Kathan city, al paco, a la policía, al cólera, al dengue y al macrismo nos hemos convertido en extremófilos, esos organismos que viven en lugares imposibles donde otro ser vivo caga la fruta al instante. Así que no sorprende que a pesar de la paranoia colectiva arriba del bondi la gente comparta el mate, se tosa a pulmón libre y se bese sin pudor.
El mate lo comparten Cora y Corina. Dos habitués, tía y sobrina. La tía, Corina, paraguaya, inmigrante hace rato, vidalista de la primer hora. La sobrina, Cora, más bien autóctona, cristinista portadora sana. Hablé de ellas alguna vez. Toman mate, comen galletitas, van sentadas al fondo, seguro son de Pontevedra City. Le comparten el mate a una conocida medio evangelista que sube en mi parada. La fan de Cristo les dice al bajar en Laferrere
-la única prevención es la fe en el señor- Curioso, porque en la vereda lo primero que hace es zamparse alcohol en gel a lo pavote.
Hay uno que tose y estornuda producto de algún tipo de alergia a algo. Es grandote, morochón, y la tosida se oye cavernosa. Sin que nadie le diga nada el tipo se disculpa y dice que no es el bicho, que nunca conoció a nadie que haya viajado a Europa. Le cuenta a una vieja que le da charla que la última vez que se fue de vacaciones fue con la patrona, en el 2014, a San clemente, una semana. Tarjeteó todo.
Después están dos a los que llamo Tito y Carmen. Tito tiene unos cuarenta medio cascoteados pero, como usa el pelo largo, remeras de bandas y bermudas con cadenas incluso en invierno, parece más joven. Está en pareja aunque no use anillo. Lo sé porque a veces viaja junto a una flaca rubia, alta, de ojos delineados con colores furibundos. Van de la mano. Alguna vez hasta los vi besarse como se besan los matrimonios en el bondi, con picos medio de obligación.
Carmen también debe arañar los cuarenta, usa esos collares con nenitos colgando que parece que simbolizan la cantidad de hijos que tenés. Ella tiene tres y un perrito. Usa anillo. Una vez creo haberla visto con dos nenes y el marido en unas vacaciones de invierno hace mucho.
Tito y Carmen, sospecho, se conocen hace muchos años porque cuando se cruzan se cuentan anécdotas de otros tiempos, de los años noventa, se preguntan por la familia, por amigos en común, por las series que ven. Tienen pinta de haber sido compañeros de secundario o integrantes del mismo grupo de amigachines de esquina. Desde hace un tiempo se besan. Nunca cuando el bondi está vacío. Cuando va lleno, cargado hasta la manija y coinciden, se buscan, como si supieran que el otro está en algún lugar, se acomodan, y a veces uno, a veces otro, roba un pico. Ella mira a su alrededor, obvio, flasheando que la observan. Él parece más despreocupado. A veces se dan la mano.
Ella ya estaba sentada cuando yo subí. Él va parado. No tengo dudas a qué juegan. Él le apoya el bulto en el hombro. No son tiempos para andar jugando a eso en el bondi, nunca lo fueron, pero ella se sonríe y no le dice nada. Cuando la mina que tiene al lado se baja en el km.29 ella se corre contra la ventanilla y él se sienta a su lado. Conversan hasta Constitución. En la entrada al Hall de la Estación se pegan una apretada babosa y rápida de las que te dejan moviendo la patita.
Tengo la impresión de que el coronavirus no les estaría preocupando mucho.