Lo peor es el insomnio a medio terminar. Esa duermevela infame a mitad de camino entre una degradada lucidez y un dormitar vago y nebuloso. Ese estado indigno de la vida, en el que el pensamiento aun admite la presencia de la razón, se clava en los pulmones, se asienta en las sienes y presiona y afloja nunca tomando partido por definición alguna.
Ese estado es uno de los modos del terror. Una escenografía en la que se sabe que algo ominoso pasará y que no ocurre. Un lugar inseguro habitado de recuerdos y formas espectrales. Donde ciertas personas vienen a decirnos lo que no queremos oír. Donde lo que siempre decimos deja de ser efectivo.
El cansancio augura ese momento.