La fila en Constitución es un mar de llanto. Desde ayer no hay más semirapidos los domingos y feriados. Varios que laburan esos días están a las puteadas. Uno dice que él lo votó y lo banca, pero que al hijo de puta se le está yendo la mano.

Una flaca llora porque le acaban de robar el celular. Justo pasa un patrullero. Les hace señas. Les cuenta. Se le cagan de risa en la cara. La piba da media vuelta y vuelve compungida a la fila. Los del patrullero ponen salsa-choke a un volumen más propio de fronterizos subnormales que de agentes de la ley, pero por ahí la fuerza acepta minusválidos intelectuales y yo no me enteré así que mejor no opino. Se van.

Adelante tengo a un prototipo de pibe chorro que no es tan pibe pero sí es bastante turbio. Resopla, habla entre dientes. Fuma una porquería no identificable. Se cruza con un conocido que aprovecha y sin ningún pudor se manda en la cola. Alguien atrás de todo le grita que se coló. El colado deja un bolso en el suelo, se aleja un poco de la fila. Mira hacia el final tratando de identificar a quién levantó la perdiz. No sé si lo consigue o no, sin embargo, se agarra los huevos con la mano derecha y los sube y baja apuntándole a alguien indeterminado que está entre las 150 personas que llegan hasta la esquina y doblan. Vuelve a la fila. Ahí, el pibe chorro le cuenta que está re caliente, enojado. Se le nota la indignación y la ira. Dice que no entiende, que no le entra en la zabeca, qué cómo puede ser, que ya no hay dignidad, que estamos todos locos. El otro le pregunta qué le pasó y el pibe chorro le cuenta. Cerca de la estación de Lanús marca a un tipo, trajeado, bien piripipí, de la casta, le dice. Lleva mochila y una bolsa cheta, de shopping. Se la arrebata en el semáforo.

-Laburo fácil- dice y detalla- Corro 3 cuadras. Cuando estoy seguro sin mirar meto la mano en la bolsa. Llena de soretes. SO-RE-TES- dice silabeando – de humano. ¿Qué gente anda con mierda de persona en una bolsa? ¿Entendé? – le dice al otro- ¿qué le pasa a la gente? No hay dignidá, Rulo, nada. Encima re oloroso, no tenía cómo limpiarme. Tuve que meter la mano en una zanjita-.

El otro se ríe.