Venus araña la treintena. Nació en zona norte. Su mamá murió cuando ella tenía 8 o 9 años. Su hermano adolescente y una tía la criaron. El padre se borró. Vivió una adolescencia ni más triste ni más alegre que la de otros, aunque supongo que algo de eso le hizo mella. Luego falleció su tía que le dejó unas propiedades y se fue a vivir a capital. Fue productora de radio y televisión. Ahora tiene un master en comunicación corporativa y labura en el Ministerio de Salud.

Es pequeñita, de cara redondeada y tiene el pelo mejor cuidado al este del paraíso. Siempre huele a perfumes finos. Cuando se pone vestidos hasta las mujeres la miran de reojo. Tiene gustos caros aunque su lema es «bueno, bonito, barato» ama viajar y como de un tiempo a esta parte sus ingresos mejoraron se lo gasta todo en viajes y ropa. Vive endeudada pero no le importa.

Tuvo varios novios. A unos los quiso más a otros menos. Con algunos siente que perdió el tiempo. Con otros no.
Hace un tiempo conoció a Marcos, un random que la cargoseaba por redes, le dio cabida y tuvieron una historieta durante casi un año. Hubo intimidad, afecto, compañía, respeto. Como el tiempo pasaba y ella notaba que la cosa con este pibe estaba medio estancada le dio cabida a otro que se le cruzó, un Holandés precioso de ojos azules y una melena cual Tarzán de los monos. Volvió de unas vacaciones a Colombia con sus amigas en las que aprovechó para reflexionar y chau Marcos, porque el plan de todo el mundo no es vivir amores de morondanga sino amores que te vuelen la peluca y te prometan la más brillante y gozosa felicidad habida y por haber bajo los cielos de la creación toda. Y el Holanda boy ponía eso sobre la mesa mientras que Marcos, medio lento para los mandados afectivos, parecía estar ahí boyando como un boludo.

Marcos no me cae del todo bien, pero tenemos afinidad intelectual y compartimos algunas actividades hace algunos años así que podemos decir que al menos hay cierta empatía. Es decir, los conozco a ambos, a Marcos y a Venus que, como imaginarán, no se llaman así.

Él no es mal pibe. Entiendo que Venus se lo cruzó en un momento medio complicado de su vida. Él tiene 40 y algo y no son lo mismo las prioridades a esa edad que a la edad de ella pero es medio complicado explicarlo y entenderlo si no sos pobre del conurbano y estás medio lejos de amasar tu primer millón. Supongo que el pibe le puso onda al asunto pero no supo cómo trasmitirle a ella que lo que tenían era importante. A veces pasa. Se puede decir, luego de escuchar las dos campanas, que ella tampoco le puso mucha actitud a la cosa, producto de cierta percepción del mundo que dicta que el otro debe intuirte y descifrarte como resultado apodíctico del amor. Cosas de milenials.

El domingo a la madrugada Marcos me manda un mensaje. Me pide perdón pero no tiene con quien hablar. Dice que vio en una red social una foto de Venus con Holanda en un casamiento. Están plenos de dicha y la foto dice: «Love is in the air», en los comentarios se bebotean y discuten quién ama más a quien en mitad de San Valentín. Me cuenta, como si no la conociera, que Venus no postea mucho y que si posteó eso es porque ya no hay vuelta atrás. Lo noto mal cuando me lo cuenta. Está a un paso de quebrar en un bar de San Telmo, haciendo tiempo para volver a Longchamps porque no tiene bondi y faltan 2 horas para que arranque el tren. Me manda un audio; de fondo se escucha una cumbia patética y un sonido ambiente de excesos. Si le tiro la lengua se va a largar a llorar y me lo voy a tener que fumar toda la noche. Le digo que si no quiere que lo afanen se tome un café, juegue al Candy Crush y se vuelva a su casa cuando pueda pero que no siga ahí porque sufrir va a seguir sufriendo pero es mejor sufrir con celular y documentos que sin ellos. Me agradece, se disculpa y corta.

Me deja pensando. Hay algo en la dicha que es injusta. Como la riqueza, siempre ocurre a costa de alguien. Lo que hay en un lado se sacó de otro. No digo que la gente no merezca ser feliz con el ser amado si es que tiene la buena fortuna de encontrarlo. Ni digo que no tengan el derecho a celebrarlo y exhibirlo con todo y papel picado. Lo que digo es que el amor nunca es impoluto. Su brillo ciega, invisibiliza a los heridos. Bajo el amor redentor que habita los pechos henchidos de esperanza, de comunión, de hijos proyectados y vejez compartida hay cementerios de sueños pudriéndose. No solemos detenernos en ello cuando le damos me gusta a las fotis. Preferimos, como en nuestra vida diaria, no tener presentes los dolores, ni desgracias, sobre todo cuando no son las nuestras. El apóstol mentía cuando en la carta a los corintios hablaba de un amor que no envidia, purito, que no es injusto. Eso no existe o será como aman los marcianos. Acá funciona de otra manera. No es justo. No es compasivo. No espera. Te deja pagando y cagate el resto de tu vida si no lo ves. No hay otra chance. Sino pregúntenle al pibe volviendo en el 79 a las 5 de matina con los ojos mirando la nada.

Como dijo el poeta, si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia. Y sí, el amor está en el aire. No para todos, claramente.