El olor a orines antiguos que tiene la parada de la línea 236, es proverbial. A mayor cercanía al centro y a las luces, el usuario promedio parece guardar mayor recato que cuando está en las lejanías. Ocurre lo mismo con la basura, las escupidas en el piso y los preservativos.

El aroma es agrio e intenso. Recuerda a las inmediaciones de la estación de Constitución o la de Pompeya. Los días y el horario también hacen la diferencia. Los fines de semana es peor. Las multitudes de jóvenes que van o vienen de bailar alivian sus aguas bajas donde les parece y a media tarde, cuando el sol raja la tierra, el orín evaporado deja su huella.

Ocurre algo parecido en el puente del km. 29, en Kathan City, donde confluyen la ruta provincial 21, la ruta nacional 3, el ferrocarril Belgrano Sur, las combies-chocadoras, los bondis truchos, los gordos morbido-choripaneros y las ratas. En ese espacio de unos 300 metros cuadrados enclavado en mitad del Far West todo es potencialmente un orinal. Paredes, refugios, locales, rejas, pequeños arbustos, pastizales, todo. Incluso los lugares que las travestis utilizan para atender a sus clientes detrás de la estación. No se habla de madres y de padres que hacen a sus niños pequeños evacuar al aire libre, algo que parecería tener cierto consenso social. Se habla de adultos curtidos que luego de viajar durante horas no pueden soportar la presión de su intestino o su vejiga y dan rienda suelta a la necesidad ante la mirada indiferente de cualquiera. Nobleza obliga, el acto adquiere masividad con las primeras sombras de la noche. Durante las horas de luz sólo se orina.

Podría decirse que es un acto de género, algo que sólo realiza el segmento de la población que cuenta con un pene. Afirmarlo categóricamente sería un error. No es habitual pero cada tanto, si se presta atención, se pueden ver mujeres de distinto rango etario evacuando; por lo general nunca solas. No es zona para sugerir un desnudo sin consecuencias graves.

Afortunadamente aquí en la parada del ramal González Catán, en Morón, es sólo el olor lo que se percibe. Hace años, cuando aun existían las dársenas de arribo donde actualmente hay una plaza, frente a la estación, las cosas eran distintas. Se esperaba el colectivo junto a detritus humanos aun tibios, junto a parejas fornicando como se debe, es decir, a los gritos. Sería imprudente afirmar que Morón se civilizó. Acaso empujó su naturaleza hacia las afueras, hacia zonas como el cementerio o los alrededores del shopping, junto a la autopista. Es evidente que no lo consiguió del todo, acaso es imposible. En esta parada se huele la prueba.

Me cierran el bar. Chauchas.