El truco de la magia

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Si uno no ve escenas extrañas en su vida cotidiana es porque o sale más bien poco o mira mal. A diferencia de Dios, que te tira un milagro cada muerte de obispo, el mundo es generoso con esas cosas. Nos parece que por lo general no pasa nada porque a fuerza de hacernos los boludos nos crece un cayo en la mirada de tanto no mirar lo que nos duele, nos avergüenza o nos espanta; una dureza que nos corta de cuajo la sorpresa. Cualquier antropólogo de morondanga, periodista o psicólogo social que cursa el CBC puede dar cuenta de que algo más de lo que vemos está pasado ahí afuera. No lo dice la radio, no lo cuenta la tele, se lo dice la gente, lo charla entre ella, se lo comenta a sí misma de una forma que los medios no pueden (y no podríamos) reproducir. Como un chusma que espera la hora en que llega la vecina para verla tras la cerradura, o el voyeur que asoma la cabeza por el pulmón del edificio todas las noches para ver si engancha cogiendo a la parejita del 5c, la mayoría de las veces solo vemos lo que queremos ver y nada más. Pescamos en una pecera unos pescaditos de mierda.  Ahora bien, así como no sabemos por obra y gracia de la superposición cuántica, si el gato de Schrödinger está vivo o muerto, tampoco podemos saber si viene o no el colectivo, si la muchachada que se apretuja a nuestro alrededor llega o no a fin de mes, si el que fuma paco en la parada se va a poner agresivo o si los pibes que se subieron al techo del Belgrano Sur perderán o no la cabeza cuando pasemos por el puente de Pompeya. Solo sabemos lo que otrxs dicen, lo que nos cuentan o –con sus bemoles- lo que vemos in situ, o como dicen los pibes, de frente manteca.

Precauciones

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Es sabido que si hay elecciones hay que comprar lo que se necesite antes porque luego todo aumenta. Lo sabe cualquiera con dos dedos de frente. Lo sabe el comerciante que se cree potentado y entonces se stockea barato para vender caro porque la libertad que reparte la mano invisible del mercado es solo para ellos. El resto que se joda. Lo sabe el pobre tipx de a pie que capaz señó los materiales para construirle una piecita a los pibes y se encuentra al día siguiente con un recargo imposible de pagar y encima no le devuelven lo que puso.

Un fantasma recorre el mundo

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Estoy en el refugio sentado en un banquito de cemento pijotero y frío. Mientras me vuelvo viejo esperando el colectivo llega uno, que no es el mío. Frena. De la puerta de atrás baja un pibe morochón. No está mal vestido, no parece falopero. Por el corte de pelo podría aventurarse que es policía. Está bajando, pero en un santiamén deshace un escalón, estira la mano y le birla el celular a una flaca que estaba regaladísima twiteando lo último de Mauro, Wanda y la China.

Porno y Estado

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Hoy día el empleado público es como un actor porno. Una vez dentro, no hay forma de salir. Un tercio de la población te odia porque cree que sos el responsable del cáncer de su abuelita; otro te desprecia porque sospecha que tenés beneficios que ellos no, aunque no pueda precisarlos. El otro tercio está compuesto por los mismos empleados públicos, sus familias y un montón de jipis progres que se acordaron de defender lo público cuando les clausuraron el baldío donde plantaban mijo y se juntaban a fumar porro en mitad de Parque Chas.

Teogonías

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Colectivo semi repleto. Media mañana. Lunes. Sin preguntarse por si es o no correcta la oportunidad, una pareja que va con una bebé comienza a moverse en sus asientos. Inquietos, revuelven cosas en un bolso de mano, intercambian lugares. El tipo se pone de pie. La mujer extiende una mantita, desnuda a la bebé y le cambia el pañal. El olor a mierda entre sólida y chiclosa inunda al colectivo que, como está fresco, lleva las ventanillas cerradas. Alguien tira unas arcadas que todos ignoramos, pero no impugnamos. Se corren todos los vidrios e incluso el chofer abre las puertas a riesgo de perder a alguno de los que van parados porque es medio salvaje, y cuando dobla parece uno de esos psiquiátricos que hacen motociclismo en La isla de Man.

Sembrando vientos

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El tipo está en la parada. Usa una pilcha de recolector de residuos, aunque no lo sea. Pantalón arremangado, chomba de un gris que ha tenido mejores días, gorrita con el logo de Aston Martin. También está su pareja, una piba de unos 40 que parece de 70 y cuando habla razona no muy distinto a como lo hace una de 19, como mucho votante en los últimos 20 años. Le faltan varios dientes. Van con 4 nenes. El menor de unos meses, el mayor de unos 8 y los otros dos andarán en el medio, todos varoncitos. Los tengo vistos porque se pasaron el verano entero viajando por las noches en el mismo colectivo que yo. Por lo que pude cazar ella y los nenes iban a lo de algún pariente con pelopincho en zona sur. Los fines de semana se quedaban ahí. Él iba a cartonear, a rebuscar alguna changa, a hacer de trapito en recitales, vender choris, espejos, lo que sea para no tener que correr la coneja. Se encuentran siempre en la parada porque ella deja pasar los bondis hasta que el tipo aparece. Son reconocibles por los nenes, particularmente quilomberos. No es algo que merezca decirse del más chiquito cuya naturaleza es básicamente gritar sino de los otros que nunca se quedan quietos salvo que se los recontra cague a pedos a grito pelado o se los zamarree un poco. Alguno se ha comido uno que otro castañazo a destiempo, pero mejor tarde que nunca.

Blancas palomitas

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Son un fenómeno del paisaje, habitual, pero también disonante. No es que no están, no son o son una entelequia, no señor, están ahí, pero se camuflan hasta que llega diciembre o febrero. Esa es su temporada alta, solo que, a diferencia de los comerciantes de lugares turísticos, estos no roban, o sí, pero de otra manera. Son los que se llevaron materias. Por vagos, lelos, mal afortunados o simplemente porque el profe les tiene bronca por votar a Milei y querer vivir del mundo cripto, lxs pibitxs andan en uniforme o guardapolvos cuando la muchachada sale a comprar el pan dulce o la espuma del carnaval. Sus caras lo dicen todo, caras de hartazgo no asumido, de calor, de querer irse a boludear como lo hacen los que tuvieron el buen tino de copiar la tarea sin alardes. Ni hablar si los padres los amenazaron con sacarles algo o lisa y llanamente molerlos a palos.

Ideas precarias

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Viernes. Me dejaron salir del laburo apenas un rato después de llegar porque no hay luz ni agua en San Telmo. Lo que debería ser una fiesta se transforma en una tortura cuando al salir a la calle me golpea una pared de calor infernal. Tomo el colectivo. Me siento de casualidad del lado del sol. ¡Apenas subir a la autopista, pum!  embotellamiento. Un montón de infelices sin luz cortaron toda la mano rumbo a provincia porque quieren tener, sino una vida digna, al menos un ventilador Liliana prendido. Somos 70 almas encerradas en una lata sin aire acondicionado, al rayo del sol. Son las 2 de la tarde. No pasaron 20 minutos que ya nadie tiene agua, ni gaseosa, ni saliva. La única humedad posible es la transpiración y el recuerdo que los afortunados tengan de alguna noche lúbrica y jocosa.

Coberturas

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Coronel Díaz y Santa Fé. Nadie diría que el Estado de Bienestar quemaría sus últimos cartuchos en una de las esquinas más recoletas de la ciudad, pero como en la Argentina las vacas vuelas y los radicales votan a Perón nada sorprende. Son las 19:30 de un miércoles húmedo y caluroso de diciembre. Eso no impide que 12 vejetes que fueron al secundario con José María Paz se junten alrededor de una mesita, cada uno con un montoncito de volantes y unos tachitos de metal. No son unos viejos meados del conurbano, esos que vienen de mil generaciones de cagados de hambre. No, estos son pitucos, bien vestidos, arreglados, con la piel blanca lechosa que tanto excitaba a los fans de la mitteleuropa.  Las mujeres bien podrían haberse camuflado en los cacerolazos con ollas Essen que se hacían en el gobierno de Cristina reclamando transparencia gubernamental y buenos modales y que ya no hacen mitad porque tuvieron a bien morirse o mitad porque por ahí no era eso lo que les interesaba, sino que querían sacar a pasear a las empleadas domésticas para que tomaran aire y les batieran los tachitos.

El gas pimienta de tu corazón

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Ana araña los cincuenta y empezó a estudiar el año pasado. Luego de casi veinticinco de casada, se separó, agarró sus cosas y se mandó a mudar. Sin laburo ni techo fijo, sin acompañamiento de su familia que le decía que lo pensara mejor, que a su edad la cosa ya estaba jugada; sin nada a favor, dio un portazo a esa vida y se dispuso vivir otra. Cuando se dio cuenta se quiso matar, pero ya estaba en el baile. Y como sentía que la cabeza le labura demasiado y la hacía replantearse el cambio decidió ocuparla en otra cosa. Arrancó una carrera en la universidad de Quilmes porque le quedaba a 2 estaciones de tren de su casa. En el laburo la dejan salir antes, pero tiene que ir los sábados a la mañana a devolver las horas. Una cagada, pero no le jode, ya no rinde cuentas y si la comida no está hecha o la ropa está sucia nadie le dice nada.

Auditorias

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La muchachada progre que combate el capital por Facebook puede estar muy preocupada por el financiamiento universitario, como vos, como yo, como cualquier señorito que haya leído Moby Dick y Los hermanos Karamazov, pero la verdad de la milanga es que a la monada de extramuros la cosa le preocupa muy de refilón. Ocupados por saber qué van a morfar o cómo garpar la luz el asunto de la educación superior no pasa más que como un berretín del nene o de la nena para después del laburo. Algunos, cuando salen del yugo, merecidamente y en todo su derecho, elijen irse a jugar a la pelota y otros a leer a Heidegger y a Saussure, pero cuando la panza hace ruido no hay Dasein ni significante que valga porque -lo sabe cualquiera- el hambre es heteróclita y multiforme.

La velocidad del tiempo funda el olvido

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Es como un refusilo -Dice misterioso y apunta al cielo- pero al revés, en lugar de iluminar, te oscurece el rancho.

El que habla es un viejo. 70 largos. Boina, echarpe, bastón de metal con tres patitas. Anda medio encorvado, pero se le nota el paso firme. No aceptó cuando le dijeron que podía pedir el asiento en el refugio, que le cuidaban el lugar en la fila. Prefirió quedarse parado. Mala elección porque vamos por los 50 minutos de espera y la cosa va para largo. Por momentos dice que está cansado, pero eso que lo hace olvidarse de lo que dijo hace 5 minutos también le hace olvidar el cansancio y sigue de pie, sin titubeos.

Marga

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Anoche murió Marga. Era la gata de la familia. 18 años. Cara de pocos amigos. Actitudes de pocos amigos. Enemiga de los extraños, de las caricias y el afecto. Prototipo de gato mal llevado, arquetipo aproximado del dictador, construyó su relación con mi gente y conmigo desde la distancia, la mala onda y eventualmente algún ronroneo lastimoso que nos recordaba que la que mandaba era ella, que la imposición de las reglas era su prerrogativa como emperatriz de todas las Rusias.

Cuidar a Charly

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Solo un pobre caído del catre cuestionaría la importancia de Charly García como exponente artístico del país. El tipo es una leyenda viviente como en su momento lo fueron Nelly Omar, Aníbal Troilo, Julio De Caro, Atahualpa Yupanqui o Mercedes Sosa, pero seamos honestxs con su obra: La lógica del escorpión no está a la altura. La versión de Juan Represión es un ejemplo. Dejarlo al tipo grabar eso y publicarlo es de mala gente. Incluso teniendo la voz ultra procesada ya no puede cantar. El tema con Spinetta está ahí por morbo marketinero pues el gancho del muerto cantando con el vivo se agotó en 1991 cuando Nathalie Cole cantó Unforgettable con su padre Nat King Cole fallecido 25 años antes. Podemos aceptar, incluso el lanzamiento a fines de los 90 del Anthology de los Beatles o el Made in Heaven de Queen. En aquella época era un prodigio técnico hoy, con las IA´s a punto caramelo cualquier trapero de cuarta canta con Enrico Karuso.

Cripto´s multichambas now

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´Ta difícil la cosa. Para que se den una idea, lo dicen hasta los diarios y los noticieros que gustan de alabar el ajuste. Mientras, los programas de cocina exhiben lo que falta en muchas casas: comida contante y sonante. En el mejor de los casos, te militan el hambre hablando de lo ricas que son las milanesas de mortadela, o lo cool que es comer polenta vieja en Palermo, eso sí, regada con salsa de tamarindo y hojas de cardamomo.

Sin esmowing

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Como si fueramos todos clasemedieros con auto nuevo que quieren llegar a Mar del Plata en 2 horas pisteando por la banquina vivimos en un mundo que cuando pisa el acelerador no le importa si llega a destino o se la pone contra un puente. No es para menos si nos bombardean a diario con esa positividad tóxica, venenosa, irrealizable y siome en donde hay que darle para adelante pase lo que pase, caiga quien caiga, no sea cosa que un influencer libertario en la cresta de la ola te trate de loser, planero y de voluntad pijotera.

Joya nunca taxi

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Si la economía, como la política, se ha convertido en un neuropsiquíatrico a cielo abierto no es de extrañar que también lo sea esa especie de Feria de la Salada virtual que es el Marketplace de Facebook. Galperín, el dueño de Mercado Libre lo sabe, en la Argentina, su negocio da pérdidas porque ya no tiene a quien robarle. Le roba al Estado, le roba a los que venden, le roba a los que compran, le roba a los que traen y le roba a los que llevan. Es decir, roba a más no poder mientras algunos lo posicionan como el ejemplo a seguir de emprendedurismo y meritocracia, porque podría haberse quedado como un triste millonario que esquilmó la fortuna de sus padres, pero no, como es un prohombre de la patria esquilmó el dinero de otros. Como todo empresario nacional, el libre mercado es de la frontera para afuera; de este lado la manija la quieren para ellos. Y como la muchachada apenas si puede comer sale huyendo de su plataforma y se va a esa tierra de nadie que usufructúa ese muchacho, Zuckerberg, el que le vende nuestros datos a quien pueda pagar en dólares por ellos.

El frío encanto del futuro

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No importa cuando se escriba ni cuando se lea: aparece el frío y a la muchachada se le congelan las bolas. Viernes a la noche. El bondi vino cuando quiso porque su mala leche es independiente de que gobierne Perón, Carlos Alberto Lacoste o Federico Pinedo. La gente se amucha en la fila con tal de pegar algo de calor humano. Un loco partido de frío directamente acerca la jeta al caño de escape cuando estaciona junto al cordón un colectivo de otra línea. El humo de gasoil mal quemado le empapa el cuerpo y el tipo parece revivir. Cuando el loco levanta la cara se encuentra con una propaganda del libro de Milei. El tipo sorbe unos mocos y lo escupe. La gelatina verde queda pegada justo en el nombre. Una viejita sin dientes que vende pastillas y pañuelitos ve la secuencia y aplaude efusiva mientras se clava lo que parecen ser unas hojas de coca. Pertenece a la horda de vendedores ambulantes que pululan por la zona escondiendo lo que venden entre la ropa. El Macri negro hace un tiempo se dispuso a terminar con los manteros de la zona con rondas muy vistosas de policías que, con sus chalequitos azules, controlan que nadie venda alfajores ni sanguches de milanesa en la calle.  El trabajo sexual, la venta de falopa y los afanos siguen ahí porque todo junto no se puede, pero al menos ahora se puede orinar en la vereda sin nadie que se queje impunemente de que le salpicamos las paltas.