Fitito-maceta

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Miércoles. 40 minutos esperando el bondi en Paseo Colón. Viene. Subo. Dos cuadras y me duermo. De pronto, ruido. Abro los ojos. El colectivo no va más. Hay que bajarse. Estamos en Once. A dos cuadras se ve el quilombo de los manteros. A metros tenemos policías con ganas de pegar. Llega un 86 vacío. Nadie respeta los lugares del colectivo anterior. Solo consigo hacerme lugar en el pozo, ese agujero infecto de la puerta trasera. Junto a mi se sienta un poshumano, uno de esos fumadores de paco que aun no hizo el click definitivo y aun conserva rasgos mínimos de conciencia. Huele a paco y a traspiración aquerenciada. Iniciamos una guerra sorda por cada milímetro de espacio. Estoy cansado, enojado y tengo un día en que odio al país y al grueso de sus habitantes, incluso a los simpáticos.

Aprobado

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El profesor, haciéndose el copado, me dice “No vengas la clase que viene, mandame el trabajo por mail y te cierro con 9”. Ah, gracias, ¿pero sabés qué? Me hiciste quedar porque se te cantó el orto hasta las 10 de la noche, enojado porque dos forros te boludearon. Ahora estoy en Bernal, tengo que ir hasta Constitución, ya no hay tren y pierdo, de una, el último 96 semirrapido a González Catán. Me tomo el 98. ¿Cuál viene? El del recorrido largo, ese que visita todos los barrios de zona sur. Si me bajo en consti pa’tirarme el lance me voy a encontrar con un millón de borrachos, drogadictos y consumidores de sexo gerenciado. Si sigo hasta once me voy a encontrar con un millón de borrachos, drogadictos y consumidores de sexo gerenciado. Ya no cuento, como a principio de cursada, con un lugar amable donde quedarme. Toda otra opción requería llamados previos, logística y, como mínimo, un boxer presentable y no el que tengo puesto, celeste y con corazoncitos blancos.

Comer

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Me bajé en consti. Dicho y hecho. La monada está a punto caramelo. En medio de la calle Salta 5 tipos coordinan su accionar en una lengua presumiblemente no generada a partir del indoeuropeo. Visiblemente afectados por algún tipo de intoxicación narcótica se abrazan y comienza a cantar “vamos a comernos putas, vamos a comernos putas”. Un detalle que amerita ser mencionado, cantan lindo.

Cacoso

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El chofer. Vulgarmente mentado como “colectivero de mierda”. Desconozco si siempre han sido así, profesionales de la infamia. Probablemente no, quizás se adaptaron a los tiempos que corren, quizás la evolución los llevó a emerger a la vida directamente desde un ano, no se, imagino que no el de dios. Hay sobradas muestras de que fue reciente o que es una mutación contextual. Como los pinzones de ciertas islas del caribe que de ismo en ismo cambian la forma y la función de su pico, el chofer del 12 es distinto que el del 382. Cierto es que su público es otro. Pero no tiene justificación alguna ese rencor frente a todo lo que vive y no tiene tetas.

Villa cariño

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Consti está que arde. El baño de la estación desde hace dos meses está en refacción o clausurado, no se sabe bien. La gente, venida de lejos, siempre en tránsito, usa las escaleras para aliviarse las tripas. El olor es penetrante. Los restos están a la vista. Las normas más básicas de higiene dictan no mirar, no respirar, no apoyar las manos en la baranda. Hacer ojos ciegos al señor que defeca en el descanso.

Indiana

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Media capital en pausa. Sindicatos y agrupaciones sociales se manifiestan por la emergencia social. Colas y colas de pasajeros varados ante la marcha de las columnas de trabajadores y desocupados. Colapsa el tránsito. Es lo de menos. Si la sociedad se caga en tu derecho humano a morfar está más que justificado que vos te cagues en el derecho privado a circular. Lo curioso es que, como suelen rescatar los noticieros de derecha, muchos de los asistentes aprovechan la ocasión para beber de más y consumir sustancias varias u orinar y defecar en las avenidas a la vista de todos, por ejemplo. No me escandaliza. Si se quiere, como en el encuentro nacional de mujeres, las consecuencias estéticas del paso de la masa es sustancialmente irrelevante en comparación al reclamo que los convoca. Y que un tipo esté orinando en Paseo Colón no impugna el hambre que pueda estar pasando. Ahora bien, hay algo del orden del respeto al igual que no estaría funcando del todo bien en nuestras manifestaciones.

Guachín

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Pibe chorro. Todos, por progres que seamos, entendemos que hay, en ese lugar común lleno de prejuicios, una estética con la que los referenciamos y con las que muchos se referencian a sí mismos. Ningún pibe nace para chorro, ninguna mujer para puta. Hasta ahí, ok. No viene al caso, solo le digo así para ahorrar palabras, tampoco nos hagamos los boludos, sabemos de qué hablamos.

Subte

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El boletero que cuenta la historia es pelado, gordo y a la chomba de Metrovías que lleva puesta le faltan solo unos centímetros para dejarle el pupo a la vista. Parece que se llama Rolo. Labura en la boletería de Retiro, línea C. Lo tengo pegado a mí, junto a la puerta del colectivo que cada vez que se abre nos aplasta. El tipo va conversando con otro vestido de seguridad del subte. El boletero lo llama “Piñón”.

Llanto piola

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Pensé que iba a ser un viaje piola porque la vieja con certificado de cáncer se quedó abajo. Vio que la muchedumbre no era muy a fin a su cuento. Me equivoqué. Agazapada iba la vieja Reina de Todas las Rusias. Tiene mil años y sirve café para los gerentes de una empresa multinacional en la que trabajé. Ella habla y se mueve por el mundo, corrige e impugna a los otros como si tuviese un posdoctorado en la verdad más verdadera y el certificado se lo hubiese dado Mahoma. Ella leyó a Sócrates. Borges le mostró su novela y ella le dijo que no era buena por eso Borges no la publicó, pero le dejó el original.

Consumos

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El consumo de infusiones cobra nuevos matices. Subo al colectivo con un pibe que tiene un vaso térmico. No es la primera vez que lo veo en el conurbano. Tal vez sean frecuentes cuadros semejantes en el tren que viene de Tigre, en las combis de Adrogué o Parque Leloir pero no el 96 o en el Belgrano Sur. En otros tiempos, a lo sumo, los pasajeros se acompañaban con mate, al estilo uruguayo, pero la práctica fue abandonada por las mismas razones por las que se abandonó la lectura del diario sobre el colectivo: No hay lugar para cebar ni leer en un espacio diminuto atestado de personas.

Primitoide

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Un primitoide que va parado, campera roja, gorrito de lana, siente necesidad de escupir en el suelo. No se priva. El resultado es una baba gelatinosa y verde en medio del pasillo. Uno que sube en el 29 no se da cuenta y la pisa. Resbala con ella y tira manotasos a lo loco para no caer. Otros pasajeros lo ayudan. El moco inmundo parece tener ahora una consistencia aceitosa. El resbalón lo esparció y dejó un mancha de 30 centímetros en el pasillo como si alguien hubiese volcado un poco de resina.

Tontis

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Vuelvo en el 96. Creo que tengo fiebre. Me duele cabeza. Voy sentado frente a frente con una rubia y una morocha. Las dos van de espaldas al chofer, junto a la ventanilla. Hablan fuerte. No puedo leer. Esa parte del colectivo está a oscuras. No puedo escuchar música, tengo rota la fichita del aparato. No puedo escribir, me queda poca batería. Sólo me queda escucharlas. Hablan tan fuerte que su voz es mayor al ruido del motor.

Pasajero en tránsito: Micky

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Voy parado pero la fortuna me sonríe, puedo apoyar la espalda contra un caño. A mi derecha va una pareja de unos diecisiete años con pinta de venir de una gira larga. Ella lo cargosea y le habla sin parar. El pibe escucha rock barrial a todo lo que da en su teléfono y no le da pelota. Atrás de ellos, sentados, van Micky y su mamá. Micky, que no se llama Micky, tiene un retraso mental severo, sólo balbucea a los gritos y debe tener unos cuarenta. Su mamá siempre lleva un rosario en la mano y cuando no lo calma o le limpia la baba está rezando. No es para menos. Micky se pone nervioso con los embotellamientos y las muchedumbres. Y grita. La Ferrere no es, por cierto, su lugar en el mundo.

Ritual

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Subte d. Estamos parados bajo la 9 de julio por un desperfecto técnico impreciso y fantasmal. Media hora asándose con la hinchada de River que toma fernet y canta a los gritos. La formación no avanza ni retrocede. Los cánticos en la boca de los 7 borrachos del vagón en el que viajo se van volviendo pastosos, confusos. Sin embargo insisten con un catalogo que abarca, sin repetir y sin soplar, veinte minutos largos.

Pasajero en tránsito: Volvió Culito

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Sí, un poco sexista; sí, un poco recontra desubicado, también. Pero la cosa es que tengo un registro mental de la gente con la que viajo ubicándola por algún rasgo distintivo. Suele pasar. Años saliendo más o menos a la misma hora, tomando el mismo colectivo, abarrotado contra los mismos otros, hace que algún indicio de sus vidas quede en la memoria. Ni hablar de sus conversaciones con otros o por celular, siempre empezadas, sin contexto, que permiten suponer -amanecido y sin desayunar- que los otros son paradigmas de la inocencia o la culpabilidad y con mucha probabilidad, ambas a la vez.

Otros jipis

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Tren línea Roca a Bernal. Tres pibas jiponas con ropas de colores. Traen sahumerios en una bolsa y los van oliendo. Tienen piedras de colores y hablan entre ellas de sus propiedades energéticas. Van sentadas en el suelo. Conversan sobre la espiritualidad y las bondades de hacerle el bien al otro, de vender comida en las puertas de las fábricas y las escuelas. No pueden estar sentadas ahí.